En el país de las maravillas: Zapatero y el Pensamiento Alicia

Creo que está muy claro para los que se pasan por este blog de vez en cuando, que mis simpatías por nuestro Jefe del Gobierno son más bien escasas, por distintas razones. Ni me gustan sus sonrisas de plástico, ni la vacuidad de sus frases, ni su confusión de ideas, ni su entreguismo, ni su táctica falta de táctica, al albur de los acontecimientos. Lo siento por los que simpatizan con él y los que piensan que es el Guía que nos llevará a la tierra prometida de la Paz. Sencillamente porque creo que aunque las armas callaran para siempre – nada bueno sería para ETA que volvieran a hablar, y lo saben – esa llamada ‘paz’ sería la muerte definitiva de los que ante todo buscan ‘libertad’ para poder expresar lo que piensan, sin que ni nadie les ponga el dedo que indica SILENCIO, porque ese dedo, ese desprecio, ese aislamiento, ese vacío amenazante es peor que el de la propia muerte. Todo es muerte si no hay Libertad.

Por eso pienso que el libro de Don Gustavo Bueno, el cascarrabias , el provocador, el auténtico ‘cínico’, hace en su libro una disección, un traje a medida del auténtico 'no-pensamiento' de nuestro Jefe de Gobierno. Su falta de proyecto propio, su entreguismo, su caminar errático, no anuncian lo mejor a pesar de tanto aplauso interesado y palmadas en la espalda de los que al tiempo se palpan sus bolsillos. Pero mejor que yo, por supuesto, con más penetración y menos circunloquios lo dice el viejo e impenitente provocador, el bueno de don G. Bueno.

  • Transcribo la reseña de su libro

Gustavo Bueno
Zapatero y el Pensamiento Alicia
Un presidente en el País de las Maravillas
Temas de Hoy, Madrid 2006

Para el filósofo Gustavo Bueno, lo sucedido en los últimos años de Gobierno socialista constituye un ejemplo manifiesto de que tanto José Luis Rodríguez Zapatero como gran parte de los miembros de su partido conciben un mundo más propio de la ensoñación infantil, que guarda evidentes paralelismos con el de los espejos o con el País de las Maravillas en los que se aventuraba de cuando en cuando la Alicia de Lewis Carroll. Este pensamiento acrítico y que sobrepasa con mucho los límites de la utopía es capaz de llamar personas humanas a los simios; progenitores A y B a los miembros de las parejas homosexuales a los que se les ha concedido un niño en adopción; o fascistas a quienes vencieron en la Guerra Civil española; de equivocar el alcance del término solidaridad –que puede aplicarse también al comportamiento de una banda de ladrones o terroristas–; y de plantear una Alianza de Civilizaciones sin delimitar antes lo que son éstas, encubriendo así los problemas reales de la gente bajo una nebulosa fantasiosa y carente de contenido.

En su nueva obra, Zapatero y el pensamiento Alicia, el profesor Bueno escoge estos y algunos otros ejemplos de decisiones o pensamientos políticos –«pensamientos Alicia»– barajados recientemente por el presidente y su partido –que actúan siempre «con una sonrisa permanente», con una «actitud optimista y angelical»–, para, con la contundencia a la que nos tiene acostumbrados, demolerlos, despojándolos de retórica y evidenciando un simplismo que él considera «sistemático» y muy preocupante, pues bien puede «transformarse en pensamientos falsos, hipócritas y de mala fe»

Comentarios

Enrique Gallud Jardiel ha dicho que…
Yo no creo que nadie quiera a Zapatero. Simpplemente, no els gustan los otros. Ya decía Unamuno que en este país hay dos partidos: X y Z. Pero sus partidarios no son equisistas y cedistas, sino anticedistas y antiequisistas. Me parece una apreciación definitiva.

Ahora nos cabrean los errores de éste y, cuando ganen los otros, nos cabrearán los de los otros. Esto es anecdótico. Lo cabreante es que el gobierno del reino sea siempre inexorablemente una cadena de errores, los cometa quien los cometa.

Dicen que Pericles fue el último que gobernó bien, pero a lo mejor, también fue mentira.
Douce ha dicho que…
Enrique, por supuesto que gobernar y gobernar a un pueblo como el nuestro mucho más, no es nada fácil. Siempre, y eso es lógico, habrá descontentos.

Pero a mi juicio, que por supuesto no está dotado de infalibilidad alguna, los hay que cometen errores de más calado y más irreparables que otros.

Y creo que éste es el caso. Son errores graves, decisivos, difíciles de corregir. Y parece que asistimos a ellos como si fueran irremediables. Admitimos, con resignación envidiable, que unos pocos pongan esto patas arriba.

Lamento no ser nada optimista.

Un saludo, Enrique.

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