Paseo por el corazón de la ciudad

Vivir la ciudad es quizá pasearla con los ojos abiertos, Sentir la vida de sus gentes, sus plazas, sus calles, sus fuentes… Es ver de pronto una estatua erigida en memoria de un histórico artillero - ¡200 años ya! – que da paso a una Plaza que llaman Porticada. Esta mañana está vestida de rojo y plástico, ocupada por vulgares y poderosos invasores…

Niños, jóvenes y mayores se divierten. Hoy todo es redondo, como las monedas del dinero. También recuerdos para la música que sonó aquí, hace ya 50 años: " jamás ha sonado la orquesta, como ha sonado aquí". Cincuenta años sin él, aquel hombre moreno de nombre visigodo, largo, de manos finas que dibujaban en el aire, ritmos y compases.

Y saliendo de la plaza, calle arriba – Martillo se llama- adentrarse en el corazón de la ciudad, por donde antes corrían ríos y la ciudad se terminaba en su Arrabal. Olor a pan, sabor a vino, en el calor íntimo de una vieja tasca.

Regreso al paseo donde los mayores sosiegan su vida, sentados en los bancos, mientras los niños comienzan la suya entre gritos y juegos. Mañana de luz, sonidos, colores y sabores.


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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Qué costumbrista te ha quedado esta entrada, Julio :) Siempre que subo a Santander me gusta dejarme caer por un café aledaño a su catedral, de nombre homónimo, que da justo a la plaza y al edificio de Correos. En él, un señor de mediana edad, que adivino el dueño del establecimiento, con unos modales exquisitos, hace muy agradable el refrigerio… Me gusta sentarme en sus mesas exteriores, al atardecer, y contemplar, entre furtivo y cauto, el pasar y el devenir de la vida a su alrededor.

Que, por cierto, qué buen programa musical veo que tenéis. Desconozco si el Náufrago es aficionado a la música clásica, pero si me permite una recomendación, la 6ª y la 9ª del señor Beethoven son muy agradables al oído.

¡Feliz Domingo!

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