Chez le dentiste
POR UNA SALUD BUCAL Y VOCAL
No sé si a ustedes les ocurre lo mismo, pero a mi me encanta ir al dentista. Los días que como hoy tengo la tarde libre me gusta ir ‘chez le dentiste’ que dicen los franceses y tener un ‘pourpalé’. De paso le digo que eche un vistazo a mi boca. No sé de dónde proviene esta afición mía, quizá es que me gusten palabras como odontólogo, estomatología, ortodoncia, protésico, maxilar superior, prótesis buco maxilo facial, -bueno esto último no estoy muy seguro- pero suena bien también.
Otra de las razones de esta extraña afición mía , además del placer que siento en emplear mi dinero en cosas útiles, creo que se debe a lo mucho que ha progresado el instrumental y el ‘mobiliario’ del gabinete dentístico. Todo son comodidades, te sientas en un sillón ergonómico que sube y baja, y cuando está abajo del todo puedes perfectamente dormir la siesta sin enterarte , mientras te ‘acarician’ las encías , oyes un ruido que te da gustirrinín, te fresan, te frisan, te limpian... Eso sí sigue siendo recomendable coger al odontólogo por alguna parte accesible y recordarle aquello de “ vamos a llevarnos bien, ¿eh?”, aunque sea como simple recordatorio. El va a tratar de ser amable, y de vez en cuando te mandará a hacer gárgaras, y para eso te va proporcionar un fino vaso de plástico de Bohemia, y un plateado grifo que pudiera ser de oro, pero de momento es casi de plata fina.
No obstante todos estos adelantos que han introducido los antiguamente llamados despectivamente ‘sacamuelas’, su nuevo ‘status socio-económico’ , le he sugerido a mi amigo el dentista que podría seguir avanzado en las mejoras para hacer todavía más agradable y placentera la estancia de sus boquiabiertos visitantes. Le he sugerido que podría sustituir el vasito de agua, por una copita champagne, verbigracia Moët&Chandon Dom Pérignon, así cada ‘gargarismo’ no tendría ese sabor sanguinolento, sino uno mucho más chispeante que ‘chisparía’ a su vez al boquiabierto paciente. Seguro que al final de la sesión en lugar de salir con el mentón dormido, saldría cantando algo así como “ El champán que tié el dentista, no es blanco ni es tinto, ni sabe a jabón, Asunción, Asunción etc...” También le he sugerido, esto antes de lo del champagne, que aunque el ruidito de la fresa es agradable, podía dotar a los/las pacientes de un Ipod o un lector de MP3, con canciones ad hoc “ No sé que tienen tus manos, que me provocan.” “De mi boca a tu dedo la distancia es muy corta”, “Me gusta tenerte a mi lado, por lo del bocado” y cosas por el estilo.
Como es buen amigo, le han parecido bien mis ideas y le he prometido, que si me rebaja la minuta, puedo ofrecerle algunas ideas más . En ello estamos.
No sé si a ustedes les ocurre lo mismo, pero a mi me encanta ir al dentista. Los días que como hoy tengo la tarde libre me gusta ir ‘chez le dentiste’ que dicen los franceses y tener un ‘pourpalé’. De paso le digo que eche un vistazo a mi boca. No sé de dónde proviene esta afición mía, quizá es que me gusten palabras como odontólogo, estomatología, ortodoncia, protésico, maxilar superior, prótesis buco maxilo facial, -bueno esto último no estoy muy seguro- pero suena bien también.
Otra de las razones de esta extraña afición mía , además del placer que siento en emplear mi dinero en cosas útiles, creo que se debe a lo mucho que ha progresado el instrumental y el ‘mobiliario’ del gabinete dentístico. Todo son comodidades, te sientas en un sillón ergonómico que sube y baja, y cuando está abajo del todo puedes perfectamente dormir la siesta sin enterarte , mientras te ‘acarician’ las encías , oyes un ruido que te da gustirrinín, te fresan, te frisan, te limpian... Eso sí sigue siendo recomendable coger al odontólogo por alguna parte accesible y recordarle aquello de “ vamos a llevarnos bien, ¿eh?”, aunque sea como simple recordatorio. El va a tratar de ser amable, y de vez en cuando te mandará a hacer gárgaras, y para eso te va proporcionar un fino vaso de plástico de Bohemia, y un plateado grifo que pudiera ser de oro, pero de momento es casi de plata fina.
No obstante todos estos adelantos que han introducido los antiguamente llamados despectivamente ‘sacamuelas’, su nuevo ‘status socio-económico’ , le he sugerido a mi amigo el dentista que podría seguir avanzado en las mejoras para hacer todavía más agradable y placentera la estancia de sus boquiabiertos visitantes. Le he sugerido que podría sustituir el vasito de agua, por una copita champagne, verbigracia Moët&Chandon Dom Pérignon, así cada ‘gargarismo’ no tendría ese sabor sanguinolento, sino uno mucho más chispeante que ‘chisparía’ a su vez al boquiabierto paciente. Seguro que al final de la sesión en lugar de salir con el mentón dormido, saldría cantando algo así como “ El champán que tié el dentista, no es blanco ni es tinto, ni sabe a jabón, Asunción, Asunción etc...” También le he sugerido, esto antes de lo del champagne, que aunque el ruidito de la fresa es agradable, podía dotar a los/las pacientes de un Ipod o un lector de MP3, con canciones ad hoc “ No sé que tienen tus manos, que me provocan.” “De mi boca a tu dedo la distancia es muy corta”, “Me gusta tenerte a mi lado, por lo del bocado” y cosas por el estilo.
Como es buen amigo, le han parecido bien mis ideas y le he prometido, que si me rebaja la minuta, puedo ofrecerle algunas ideas más . En ello estamos.
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