Desayuno saludable
A veces, el nuevo curso te ofrece sorpresas agradables. Desde hace ya algunos días venía observando que sobre la gran mesa que atraviesa casi de parte a parte la sala de profesores, además de libros, diccionarios, revistas, cuadernos de horarios y demás enseres, había unos platos de plástico con variados manjares.
Esta mañana ofrecían distintas variedades de ‘tostadas’: pan tumaca, pequeñas rabanadas de pan con mermelada y mantequilla, o simplemente con aceite y ajo, otras pocas con aceite, tomate y una mínima loncha de jamón... Nunca en mis largos años de docencia había visto en un día normal semejante exhibición de buen yantar. Cuando a uno le sorprende - nunca mejor dicho- semejante ‘esplendidez’ lo normal es que se ponga un poco en guardia: pudor, prudencia, cierta desconfianza, y un runrún que por dentro te interroga “¿A cambio de qué? ¿Qué pretenden? “
Viviendo en un mundo de intereses, del ‘do ut des’, la compra-venta, seguimos desconfiando ante cosas así y en lo que menos pensamos es que todavía haya gente que trabaja por ‘amor al arte’. Así que para salir de dudas, me atreví a preguntar a qué se debía y quién era el o la artífice de tanta generosidad. Oí primero una respuesta “desayuno saludable”. Seguí indagando y alguien me dijo que la idea era de un nuevo profesor pero sin más explicaciones. Pregunté quién era y en un momento que tenía libre me acerqué a su departamento .Casualmente se encontraba allí con otro compañero.
Nos presentamos, porque aún no habíamos tenido tiempo de saludarnos personalmente, y le pregunté por el significado de aquellos platos. Por cierto, también sobre la mesa de su despacho había cuatro platos similares a los que había visto. Poco a poco me fue explicando los motivos y los objetivos que se proponía con esta experiencia. Como la explicación pormenorizada – estuvimos media hora hablando – merece un comentario más amplio, señalaré aquí de momento lo esencial.
Este profesor que se ocupa de grupos llamados de atención “ a la diversidad”, formados por alumnos que ,aún mostrando interés, tienen deficiencias acumuladas , por distintas causas, reciben una atención particular y unos contenidos adaptados a su nivel, inferior a los demás alumnos de su grupo y edad. Él imparte el llamado bloque de ‘humanidades’ y ha emprendido esta campaña de hábitos de comida saludable, con el objeto de que sus alumnos pongan en práctica una dieta sana.
Uno de esos propósitos es por ejemplo que los alumnos ‘desayunen’ y desayunen equilibradamente para hacer frente a las 6 horas de clase.Hoy tocaban las tostadas. Por su experiencia y en el proyecto, que ha obtenido un reciente premio de la Unión Europea, sabe que casi un 20% de los alumnos acuden a las clases sin haber desayunado, y luego lo más que toman una bolsa de ‘cheetos’, o una de esos horribles semi- hojaldres cubiertos de un pseudochocolate. La prueba la tuve enseguida, porque al salir, encontré a dos de mis antiguos alumnos dándole a una de gusanitos. Aproveché la lección que acababa de recibir del colega y les pregunté que si en lugar de eso que estaban tomando les apetecería tomar una tostada de pan con aceite y tomate. Ante mi sorpresa dijeron que sí y volví al departamento del compañero y le pedí permiso para regalar un par de ‘tostas’ a futuros ‘saludables manducantes’. Aceptó gustoso, se los di a los interfectos que por supuesto a esas horas no hacen ascos a nada.
Esta es la agradable experiencia. En otro momento explicaré más en detalle este original y saludable proyecto. Aún quedan quijotes entre tantos malandrines, arrieros , barberos y licenciados.
Esta mañana ofrecían distintas variedades de ‘tostadas’: pan tumaca, pequeñas rabanadas de pan con mermelada y mantequilla, o simplemente con aceite y ajo, otras pocas con aceite, tomate y una mínima loncha de jamón... Nunca en mis largos años de docencia había visto en un día normal semejante exhibición de buen yantar. Cuando a uno le sorprende - nunca mejor dicho- semejante ‘esplendidez’ lo normal es que se ponga un poco en guardia: pudor, prudencia, cierta desconfianza, y un runrún que por dentro te interroga “¿A cambio de qué? ¿Qué pretenden? “
Viviendo en un mundo de intereses, del ‘do ut des’, la compra-venta, seguimos desconfiando ante cosas así y en lo que menos pensamos es que todavía haya gente que trabaja por ‘amor al arte’. Así que para salir de dudas, me atreví a preguntar a qué se debía y quién era el o la artífice de tanta generosidad. Oí primero una respuesta “desayuno saludable”. Seguí indagando y alguien me dijo que la idea era de un nuevo profesor pero sin más explicaciones. Pregunté quién era y en un momento que tenía libre me acerqué a su departamento .Casualmente se encontraba allí con otro compañero.
Nos presentamos, porque aún no habíamos tenido tiempo de saludarnos personalmente, y le pregunté por el significado de aquellos platos. Por cierto, también sobre la mesa de su despacho había cuatro platos similares a los que había visto. Poco a poco me fue explicando los motivos y los objetivos que se proponía con esta experiencia. Como la explicación pormenorizada – estuvimos media hora hablando – merece un comentario más amplio, señalaré aquí de momento lo esencial.
Este profesor que se ocupa de grupos llamados de atención “ a la diversidad”, formados por alumnos que ,aún mostrando interés, tienen deficiencias acumuladas , por distintas causas, reciben una atención particular y unos contenidos adaptados a su nivel, inferior a los demás alumnos de su grupo y edad. Él imparte el llamado bloque de ‘humanidades’ y ha emprendido esta campaña de hábitos de comida saludable, con el objeto de que sus alumnos pongan en práctica una dieta sana.
Uno de esos propósitos es por ejemplo que los alumnos ‘desayunen’ y desayunen equilibradamente para hacer frente a las 6 horas de clase.Hoy tocaban las tostadas. Por su experiencia y en el proyecto, que ha obtenido un reciente premio de la Unión Europea, sabe que casi un 20% de los alumnos acuden a las clases sin haber desayunado, y luego lo más que toman una bolsa de ‘cheetos’, o una de esos horribles semi- hojaldres cubiertos de un pseudochocolate. La prueba la tuve enseguida, porque al salir, encontré a dos de mis antiguos alumnos dándole a una de gusanitos. Aproveché la lección que acababa de recibir del colega y les pregunté que si en lugar de eso que estaban tomando les apetecería tomar una tostada de pan con aceite y tomate. Ante mi sorpresa dijeron que sí y volví al departamento del compañero y le pedí permiso para regalar un par de ‘tostas’ a futuros ‘saludables manducantes’. Aceptó gustoso, se los di a los interfectos que por supuesto a esas horas no hacen ascos a nada.
Esta es la agradable experiencia. En otro momento explicaré más en detalle este original y saludable proyecto. Aún quedan quijotes entre tantos malandrines, arrieros , barberos y licenciados.
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