Sensaciones
SENSACIONES ‘LUNARES’ ( de lunes)
La semana vista desde la tarde del domingo, tiene luego una encarnadura muy distinta a la sensación que te producía contemplar una serie de días aún ‘indefinidos’. Quiero decir la semana hecha ya de los límites de sensaciones o emociones realmente sentidas.
Cuando ayer por la tarde trataba de dibujar inútilmente esa vaga sensación, no podía intuir lo que la realidad de este lunes me tenía preparado. Un lunes que, sin tener grandes sensaciones, sí pueden ser llamadas ‘vividuras’, en el caso de que esta palabra se le hubiera ocurrido a alguien para tratar de indicar los sentimientos vividos. No imaginaba, por ejemplo, que el discurrir de un mes de clases hace que los alumnos que visitan a primera hora la biblioteca ya tengan alguna tarea concreta de que ocuparse. Ya no sólo miran por la ventana o las estanterías que siguen siendo igual de serias y en realidad poco atractivas para ellos. Ahora se desplazan a un sitio concreto en busca de un atlas, un diccionario o algún libro que pueda interesarle.
Ha transcurrido ya también el tiempo suficiente para que, a pesar de la mala memoria para retener los nombres, uno vaya siendo capaz de designar a cada cual por el suyo, Ya puedes decir Cecilia, Mar, Ana, Lin Jing, Alina, Germán... sin miedo a equivocarte y ellos se sienten contentos de ser ‘reconocidos’, porque ya no son un número más . Puedes, si el grupo lo merece ,como era esta mañana el caso, apearte de tu tarima de profesor, quitarte un poco la careta y hacer un pequeño streap tease: decirles que te sientes a gusto con ellos porque te permiten ser un poco tú mismo y no te exigen un plus de estrés o de tensión, porque están atento al tema común que nos ocupa. Puedes revelarles parte de tus secretos o de tus debilidades, que las tienes. Si les cuentas cómo percibes a cada uno de ellos, algunas ruborizándose un poco, asienten en su timidez, pero la sienten más natural. Los tímidos tenemos miedo a que los demás nos la descubran, por evidente que sea...
Desde la neblina gris de un domingo por la tarde no piensas, que el día siguiente va a amanecer para vivirlo o vivirse uno mismo, si es que se trata de dos cosas diferentes, que no sabría decirlo. Y si tras las clases, algo cansado, porque es un día de esos en que un cierto viento del sur, caluroso, atonta de una manera especial, tienes enfrente alguien que toma notas mientras buceas en tu vida cuando no tienes demasiadas ganas, puede resultar una tarea intensa, dura, y a lo largo del monólogo el cansancio deja notar su huella.
Afortunadamente, la mañana concluye con una comida amistosa, distendida, en que reírse de uno mismo y sus flaquezas resulta liberador de otras tensiones. Y la charla discurre por distintos caminos más bien confluentes que paralelos. Y degustas unos platos que ya no sólo por el sabor sino porque hasta la vista te invita a plasmarlos en una imagen. Cuando las gastronomía quiere ser algo más que la satisfacción de un apetito, y pretende hacer que no sólo el gusto y el olor, sino también la vista disfruten de lo que la cultura del hombre ha querido hacer de una mera satisfacción de nuestros instintos de animales, entonces la ‘comida’, entendida en su globalidad, se torna un rito de amistad.
La semana vista desde la tarde del domingo, tiene luego una encarnadura muy distinta a la sensación que te producía contemplar una serie de días aún ‘indefinidos’. Quiero decir la semana hecha ya de los límites de sensaciones o emociones realmente sentidas.
Cuando ayer por la tarde trataba de dibujar inútilmente esa vaga sensación, no podía intuir lo que la realidad de este lunes me tenía preparado. Un lunes que, sin tener grandes sensaciones, sí pueden ser llamadas ‘vividuras’, en el caso de que esta palabra se le hubiera ocurrido a alguien para tratar de indicar los sentimientos vividos. No imaginaba, por ejemplo, que el discurrir de un mes de clases hace que los alumnos que visitan a primera hora la biblioteca ya tengan alguna tarea concreta de que ocuparse. Ya no sólo miran por la ventana o las estanterías que siguen siendo igual de serias y en realidad poco atractivas para ellos. Ahora se desplazan a un sitio concreto en busca de un atlas, un diccionario o algún libro que pueda interesarle.
Ha transcurrido ya también el tiempo suficiente para que, a pesar de la mala memoria para retener los nombres, uno vaya siendo capaz de designar a cada cual por el suyo, Ya puedes decir Cecilia, Mar, Ana, Lin Jing, Alina, Germán... sin miedo a equivocarte y ellos se sienten contentos de ser ‘reconocidos’, porque ya no son un número más . Puedes, si el grupo lo merece ,como era esta mañana el caso, apearte de tu tarima de profesor, quitarte un poco la careta y hacer un pequeño streap tease: decirles que te sientes a gusto con ellos porque te permiten ser un poco tú mismo y no te exigen un plus de estrés o de tensión, porque están atento al tema común que nos ocupa. Puedes revelarles parte de tus secretos o de tus debilidades, que las tienes. Si les cuentas cómo percibes a cada uno de ellos, algunas ruborizándose un poco, asienten en su timidez, pero la sienten más natural. Los tímidos tenemos miedo a que los demás nos la descubran, por evidente que sea...
Desde la neblina gris de un domingo por la tarde no piensas, que el día siguiente va a amanecer para vivirlo o vivirse uno mismo, si es que se trata de dos cosas diferentes, que no sabría decirlo. Y si tras las clases, algo cansado, porque es un día de esos en que un cierto viento del sur, caluroso, atonta de una manera especial, tienes enfrente alguien que toma notas mientras buceas en tu vida cuando no tienes demasiadas ganas, puede resultar una tarea intensa, dura, y a lo largo del monólogo el cansancio deja notar su huella.
Afortunadamente, la mañana concluye con una comida amistosa, distendida, en que reírse de uno mismo y sus flaquezas resulta liberador de otras tensiones. Y la charla discurre por distintos caminos más bien confluentes que paralelos. Y degustas unos platos que ya no sólo por el sabor sino porque hasta la vista te invita a plasmarlos en una imagen. Cuando las gastronomía quiere ser algo más que la satisfacción de un apetito, y pretende hacer que no sólo el gusto y el olor, sino también la vista disfruten de lo que la cultura del hombre ha querido hacer de una mera satisfacción de nuestros instintos de animales, entonces la ‘comida’, entendida en su globalidad, se torna un rito de amistad.
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