Emmanuelle
Una , no sé si llamarla ‘ventaja’, que da la edad es, además de algunos pequeños achaques que te acostumbras a tomarte entre la calma y la resignación, es que te permite ver el ‘trabajo’ de la vida. Esa labor callada, sosegada que se toma el tiempo, para enseñarnos lo que vale más o lo que vale menos, o casi nada.
Cada día me entero qué fue de aquel ‘símbolo’, de aquel ‘ídolo’ o ‘ídola’, que durante años acapararon primeras páginas de revistas y periódicos, fueron objeto de nuestros ocultos y disimulados deseos , de envidia o de admiración. Dos de ellos , los contemplé ayer en los periódicos en una silla de ruedas, a otra ‘oscuro objeto de deseo’ de muchos jóvenes y hombres de los años 70, la vi sentada en un sillón tapizado, su mano izquierda sosteniendo su mentón y la derecha apoyada en uno de los brazos de la butaca. Sus ojos de mar parecían fríos pero cargados de experiencias , su rostro denotaba quizá más edad que sus 54 años, alrededor de su cuello, una especie de bufanda daba una vuelta y luego caía sobre sus rodillas.
A la derecha , aparecía otra foto en parecida actitud. La misma cara, unos treinta y dos o treinta y tres años antes. Ya no estaba sentada en aquel sillón de mimbre que anunciaba la película que la elevó a la fama. Ya no tiene el collar de perlas que rodeaba su cuello y que sostenía sensualmente entre su dedos ( ha tenido que empeñarlos), no lucía entre descuidada y provocadora su torso y sus senos desnudos, su cuerpo apenas cubierto con unos leves velo que cubrían levemente el resto de su cuerpo delgado. Sylvia Kristel – Emmanuelle – la joven holandesa que un día se presentó a un concurso de belleza por consejo de un empleado del hotel de sus padres en Utrech, ignoraba cuál iba a ser su suerte. Just Jaeckin se fijó en ella e hizo de ella un mito erótico, en una época donde la sexualidad era ‘tabú, incluso en países llamados liberales en esta materia.
La novela , escrita por Emmanuelle Arsan con más matices que la irregular y mediocre película, atrajo a multitud de espectadores a loa que sirvión para dar rienda suelta a sus fantasmas eróticos: lesbianismo, infidelidades, tríos amorosos, hasta lecciones de sadismo iban apareciendo en la pantalla , más bien superficialmente que cuidadosamente elaborados. El que suscribe también puede decir que aprovechó un viaje a Paris para ver la película, en no sé qué cine de los Campos Elyseos. Pero hubo caravanas de autocares para esta peregrinación laica.
Pero no es esta historia la que me ha impulsado a escribir esta entrada. Lo que me interesa , como lección de vida, es la ‘Emmanuelle’ actual, la que muestra en su autobiografía titulada “Nue” (Desnuda), su desnudo más completo. La amante secreta o declarada de políticos, actores, directores de cine, desconocidos, confiesa que contemplaba su cuerpo sin la menor satisfacción , que su severa educación religiosa o un extraño poder le impidió entregarse de verdad nunca a nadie, que ahogaba su insatisfacción en el alcohol o tomando cocaína hasta perforarse el tabique nasal: “Emmanuelle me amordazó. Truncó todo lo que significa ser yo misma”
Hoy Silvia Kristell vive en una casa alquilada en Ámsterdam, tuvo que vender su chalet de Saint- Tropez y su ático de París. Lleva una vida tranquila, pinta , lee , pasea. Como ella misma afirma ‘se ha quitado su máscara’ Ahora trata de hacer frente a un cáncer de pulmón y otro de garganta y confiesa: “ Mi vida ha pasado del extremo del exceso al extremo de la tranquilidad. Ahora trato de disfrutar de la soledad. Me dedico a pintar, leo, veo la televisión, salgo a pasear sin mirar el reloj. Me han diagnosticado un cáncer de pulmón y otro de garganta, pero estoy viva. No tengo miedo a la muerte. Me gustaría elegirla como el último de los deseos”.
Creo que admiro más a esta ‘Emmanuel’ que la que sirvió a mi imaginación para elaborar fantasías de cuerpo acariciado, besado, deseado, recorrido. A esta Emmanuel la veo, no como a un ídolo caído, sino como a una persona rediviva.
Cada día me entero qué fue de aquel ‘símbolo’, de aquel ‘ídolo’ o ‘ídola’, que durante años acapararon primeras páginas de revistas y periódicos, fueron objeto de nuestros ocultos y disimulados deseos , de envidia o de admiración. Dos de ellos , los contemplé ayer en los periódicos en una silla de ruedas, a otra ‘oscuro objeto de deseo’ de muchos jóvenes y hombres de los años 70, la vi sentada en un sillón tapizado, su mano izquierda sosteniendo su mentón y la derecha apoyada en uno de los brazos de la butaca. Sus ojos de mar parecían fríos pero cargados de experiencias , su rostro denotaba quizá más edad que sus 54 años, alrededor de su cuello, una especie de bufanda daba una vuelta y luego caía sobre sus rodillas.
A la derecha , aparecía otra foto en parecida actitud. La misma cara, unos treinta y dos o treinta y tres años antes. Ya no estaba sentada en aquel sillón de mimbre que anunciaba la película que la elevó a la fama. Ya no tiene el collar de perlas que rodeaba su cuello y que sostenía sensualmente entre su dedos ( ha tenido que empeñarlos), no lucía entre descuidada y provocadora su torso y sus senos desnudos, su cuerpo apenas cubierto con unos leves velo que cubrían levemente el resto de su cuerpo delgado. Sylvia Kristel – Emmanuelle – la joven holandesa que un día se presentó a un concurso de belleza por consejo de un empleado del hotel de sus padres en Utrech, ignoraba cuál iba a ser su suerte. Just Jaeckin se fijó en ella e hizo de ella un mito erótico, en una época donde la sexualidad era ‘tabú, incluso en países llamados liberales en esta materia.
La novela , escrita por Emmanuelle Arsan con más matices que la irregular y mediocre película, atrajo a multitud de espectadores a loa que sirvión para dar rienda suelta a sus fantasmas eróticos: lesbianismo, infidelidades, tríos amorosos, hasta lecciones de sadismo iban apareciendo en la pantalla , más bien superficialmente que cuidadosamente elaborados. El que suscribe también puede decir que aprovechó un viaje a Paris para ver la película, en no sé qué cine de los Campos Elyseos. Pero hubo caravanas de autocares para esta peregrinación laica.
Pero no es esta historia la que me ha impulsado a escribir esta entrada. Lo que me interesa , como lección de vida, es la ‘Emmanuelle’ actual, la que muestra en su autobiografía titulada “Nue” (Desnuda), su desnudo más completo. La amante secreta o declarada de políticos, actores, directores de cine, desconocidos, confiesa que contemplaba su cuerpo sin la menor satisfacción , que su severa educación religiosa o un extraño poder le impidió entregarse de verdad nunca a nadie, que ahogaba su insatisfacción en el alcohol o tomando cocaína hasta perforarse el tabique nasal: “Emmanuelle me amordazó. Truncó todo lo que significa ser yo misma”
Hoy Silvia Kristell vive en una casa alquilada en Ámsterdam, tuvo que vender su chalet de Saint- Tropez y su ático de París. Lleva una vida tranquila, pinta , lee , pasea. Como ella misma afirma ‘se ha quitado su máscara’ Ahora trata de hacer frente a un cáncer de pulmón y otro de garganta y confiesa: “ Mi vida ha pasado del extremo del exceso al extremo de la tranquilidad. Ahora trato de disfrutar de la soledad. Me dedico a pintar, leo, veo la televisión, salgo a pasear sin mirar el reloj. Me han diagnosticado un cáncer de pulmón y otro de garganta, pero estoy viva. No tengo miedo a la muerte. Me gustaría elegirla como el último de los deseos”.
Creo que admiro más a esta ‘Emmanuel’ que la que sirvió a mi imaginación para elaborar fantasías de cuerpo acariciado, besado, deseado, recorrido. A esta Emmanuel la veo, no como a un ídolo caído, sino como a una persona rediviva.
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