El pan de cada día

Llegado este tiempo de difuntos, fantasmas, meigas y primeros controles del curso escolar, los alumnos ya empiezan a ponerse nerviosos. Los que se ponen , claro es, porque los hay que están ya curados de todos los espantos y terrores, y ya ni eso de las notas les asusta. A los que aún les queda ese ‘timor mortis’ o ‘timor examinandi’, suelen andar por pasillos , bancos de los alrededores del instituto o lugares aún más extraños, repasando lecciones , apuntes, o 'recitando la lección’ a un compañero o compañera que benévolamente quiera escucharles. Ese aprendizaje puramente memorístico aún existe y más vale eso que la angustia de la página en blanco o llena de sandeces.

Otro lugar frecuentado en estas fechas suele ser la biblioteca, basta hacerse un poco el remolón a la hora de entrar en clase para que un conserje o algún profesor de guardia los encuentre por los pasillos o en lugares más recónditos y les indique el camino de la biblioteca. Cierto es que algunos ya se dirigen directamente. Entre los refugiados que habían acudido a primeras horas esta mañana , me encontré con un chaval muy morenito, redondo de cara, de aspecto entre vivaracho y no se sabe. Como vi que más que repasar se dedicaba a charlar con la vecina, me acerqué hasta él y vi su cuaderno abierto con anotaciones ortográficas. Parece ser que eso de los acentos no le sonaban bien del todo y vi la lista que tenía anotada con acentuaciones dudosas y de más dudosa grafía. Allí aparecían palabras como : recogeís, estudiaís, farmácia, cacagüete, cienpiés, Mediterraneo...

Le proporcioné un diccionario de la RAE para estudiantes y le sugerí que verificara la grafía de algunas palabras y que luego escribiera las palabras, tal como las tenía en su cuaderno, en el ordenador y empleara el corrector ortográfico para comprobar el lugar exacto de los acentos , añadir los que fueran necesario o suprimiera los sobrantes. Al menos estuvo un rato entretenido y cuando terminó su labor, le mostré una página de la Red dónde explicaba algunas reglas ortográficas sobre acentuación.

Al preguntarle –era un alumno de 2º de ESO – si distinguía entre palabras agudas, llanas o esdrújulas, parecía tener más o menos idea donde se encontraba el ‘tono’ de las palabras. Recordada la regla, le aconsejé que escribiera , cinco palabritas que correspondieran a cada una de esas categorías. No pasamos de las agudas , al parecer no le era fácil encontrar palabras que terminaran en vocal , o en una N o una S... Nos costó un triunfo, encontrar el sofá, el sofá de su papá, y si había que hacer ‘botar’ a la pelota , aparecía un ‘votó’. Así que di por terminada mi reconversión en profesor de lengua, y esperé pacientemente que la campana me salvara.

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