Transfiguración
BIBLIOTECA PING-PONG
Una ‘sesión’ de biblioteca, a las ocho y media de la mañana, da tiempo para muchas cosas. Preparar la siguiente clase, quitar algún trebejo que lleva estorbando desde que empezó el curso, acompañar/vigilar alumnos rezagados , perdidos por los pasillos. Como es de suponer , a estas horas tan tempranas y no siendo período de exámenes, los que por allí caen no son lo más selecto de cada clase. Se trata más bien de algunos o algunas a los que se les pegan las sábanas o que se escaquean de alguna asignatura que no les atrae demasiado.
En la biblioteca, con un poco de suerte, a lo mejor sacan de su mochila libros y cuaderno y se ponen a hacer algún trabajo. Otros hay que lo sacan pero su diversión favorita es mirar las estanterías desde su puesto de ‘trabajo’, y pensar quizá que para qué se tomaría tanta molestia, toda esa gente que se dedicó a escribir o si eso les aburre, mirar por la ventana y observar los ejercicios que hacen otros compañeros en su clase de gimnasia.
Esta mañana, parapetado detrás de una de las filas de la biblioteca, tenía frente a mí a un muchacho moreno al que no conozco porque no es alumno mío. Mientras yo escribía le observaba de vez en cuando, al sentirse observado escondía un poco la cabeza detrás del ‘parapeto’, y hacía como que escribía algo en el cuaderno. Lo que si notaba es que a medida que avanzaba la hora de estancia en ese aula del saber dormido aumentaban los bostezos , los estiramientos , como de alguien que trata de desperezarse...
Faltaba un cuarto de hora para que terminara la estancia en el bibliotecal sitio. Me acerqué a él y le pregunté si no había pasado buena noche y respondió algo entre dientes que más o menos entendí que corroborara mi sospecha. Vi que en el cuaderno más que apuntes había una serie de dibujos y garabatos. Le invité entonces que terminara los minutos buscando en un ordenador algún tema que pudiera interesarle. Le dejé abierta la página del Sabelotodo Google y le invité a iniciar la ‘investigación’, mientras yo seguía viendo algunas cosas que haría en la próxima clase. Desde mi posición, algo lejana, podía ver qué caminos seguía su ‘curiosidad intelectual’, hizo algunas búsquedas y enseguida pude ver dónde había recalado: una pantalla en la que aparecía una mesa de ping pong. Enseguida comprendí que aquel muchacho aburrido y bostezante que ahora tecleaba rápido y atento, estaba haciendo una ‘investigación’ profunda sobre este viejo juego. En diez minutos se había transformado’
Una ‘sesión’ de biblioteca, a las ocho y media de la mañana, da tiempo para muchas cosas. Preparar la siguiente clase, quitar algún trebejo que lleva estorbando desde que empezó el curso, acompañar/vigilar alumnos rezagados , perdidos por los pasillos. Como es de suponer , a estas horas tan tempranas y no siendo período de exámenes, los que por allí caen no son lo más selecto de cada clase. Se trata más bien de algunos o algunas a los que se les pegan las sábanas o que se escaquean de alguna asignatura que no les atrae demasiado.
En la biblioteca, con un poco de suerte, a lo mejor sacan de su mochila libros y cuaderno y se ponen a hacer algún trabajo. Otros hay que lo sacan pero su diversión favorita es mirar las estanterías desde su puesto de ‘trabajo’, y pensar quizá que para qué se tomaría tanta molestia, toda esa gente que se dedicó a escribir o si eso les aburre, mirar por la ventana y observar los ejercicios que hacen otros compañeros en su clase de gimnasia.
Esta mañana, parapetado detrás de una de las filas de la biblioteca, tenía frente a mí a un muchacho moreno al que no conozco porque no es alumno mío. Mientras yo escribía le observaba de vez en cuando, al sentirse observado escondía un poco la cabeza detrás del ‘parapeto’, y hacía como que escribía algo en el cuaderno. Lo que si notaba es que a medida que avanzaba la hora de estancia en ese aula del saber dormido aumentaban los bostezos , los estiramientos , como de alguien que trata de desperezarse...
Faltaba un cuarto de hora para que terminara la estancia en el bibliotecal sitio. Me acerqué a él y le pregunté si no había pasado buena noche y respondió algo entre dientes que más o menos entendí que corroborara mi sospecha. Vi que en el cuaderno más que apuntes había una serie de dibujos y garabatos. Le invité entonces que terminara los minutos buscando en un ordenador algún tema que pudiera interesarle. Le dejé abierta la página del Sabelotodo Google y le invité a iniciar la ‘investigación’, mientras yo seguía viendo algunas cosas que haría en la próxima clase. Desde mi posición, algo lejana, podía ver qué caminos seguía su ‘curiosidad intelectual’, hizo algunas búsquedas y enseguida pude ver dónde había recalado: una pantalla en la que aparecía una mesa de ping pong. Enseguida comprendí que aquel muchacho aburrido y bostezante que ahora tecleaba rápido y atento, estaba haciendo una ‘investigación’ profunda sobre este viejo juego. En diez minutos se había transformado’
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