¿ Últimas palabras ?

El primer recuerdo de haber escrito algo data de cuando tenía 10 ó 11 años. Fue un cuento escolar, era mi primera historia y estaba contento cuando se la entregué al hermano Marista que me daba clase. No recuerdo exactamente de qué trataba, sólo sé cuándo la escribí y que para hacerlo me serví de mi mejor letra. Tampoco recuerdo la nota que me pusieran por aquel trabajo. Seguro que para el profe fue una ‘redacción’ más, para mí , significaba la primera satisfacción que me proporcionaba el haber ‘creado’ algo fuera de mí, pero que sentía mío. Creo que la escritura, junto al juego, han sido las dos fuerzas que me han salvado de mi mismo y forman una parte importante de mí.

Sin querer establecer comparación alguna por supuesto, recuerdo lo que decía José Luis Sampedro en su Libro- Conferencias , “El arte de vivir”, sobre lo que ha significado para él el hecho de escribir: “... para mí escribir ha sido una necesidad vital.” Y decía a los que asistían a sus charlas de la UIMP: “ Desearía mostrarles ‘lo que hay’, no como expresión de una técnica, sino como la demostración de alguien que escribe , que ha escrito toda su vida y lo sigue haciendo porque, en el fondo, no sirve para otra cosa”. Quizá el que escribe, bien o mal, poco o mucho, siente una necesidad de encontrarse o vivirse de una manera distinta, lo que no acierta a hacer en la vida.

Pero me he ido por las ramas, como casi siempre. Porque de lo que yo quería hablar/vivir en este momento, es del hecho de que junto a mi vida de enseñar o aprender enseñando, he tratado de matar ese gusanillo de escribir y animar a que los alumnos escriban. Casi en cada colegio o instituto en los que he dado clase , y son varios, he estado más o menos cerca de la revista o el periódico del centro. Que yo recuerde han sido al menos, 4 ó 5. Los últimos veintitantos años en torno a una modesta revista titulada “Palabras”. Duró hasta hace tres años en que ya no sentí el entusiasmo de unos pocos alumnos que quisieran participar en el proyecto o a mi me faltó ilusión para seguir tirando de ese carro. Y murieron aquellas Palabras. Era Diciembre de 2003. En la contraportada de la revista se podía leer:

  • Cuando mueren las PALABRAS, algo nuestro se nos muere...
  • Se nos mueren las PALABRAS, cuando las voces callan, las manos se detienen... nadie habla...
  • Si enmudecen las PALABRAS, se instala el silencio, llenando de vacío ,las aulas, los pasillos...
  • ¿De qué se mueren las PALABRAS? Sin que apenas nadie lo lamente?De desidia, de indiferencia, de pura desgana... Aunque también pueden morir de buenas intenciones...

Aquellas PALABRAS murieron. Pero un grupo de amigos no quisimos que murieran del todo y pasamos a PALABRAS MAYORES. Por una vez, contra toda ley biológica las PALABRAS ( de los hijos) alumbraron las PALABRAS MAYORES (de sus padres). Y así ha sido, durante estos tres años. El número cero nació en 2004, desde entonces 6 números han tratado de ocupar el silencio. Ahora estamos en lo que de momento sean quizá las últimas palabras. Pero quiero creer que algún día habrá alguien que sienta las mismas ganas de ‘hablar’ y de nuevo se ponga a escribir, a recoger voces amigas y con ellas llenar nuevas páginas. Quizá no sean de papel y tengan otro soporte en los que se oiga también la voz , se animen las imágenes y hasta haya voces que canten o manos que hagan sonar guitarras, saxos o pianos...

No quiero pensar que nos quedemos mudos . No quiero creer que haya alguien que tenga la ULTIMA PALABRA.
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Ref: Palabras Mayores

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