Estambul
UN BAÑO TURCO
Existe una manera de viajar gratis recomendada para turistas sin dinero. Eso sí, un poco de imaginación es necesaria, luego Internet, alguna lectura complementaria, pueden servir de expertos guías turísticos.
Eso es lo que he hecho yo esta tarde desde que abrí el libro "Estambul" de Orhan Pamuk. Es la primera vez que compro un libro por haber sido premiado , pero me interesaba saber cómo una ciudad se puede convertir en el 'destino' de una obra y de una vida. He empezado a leer los recuerdos infantiles de un niño nacido en "una familia de posibles". Una edificio que recibe el nombre de la familia Pamuk (Algodón, en turco, porque al parecer los 'Pamuk' tenía una piel y un pelo más blancos que el de sus congéneres). Una casa-museo llena de pianos, aparadores repletos de porcelanas chinas, juegos de plata, cajas de rapé, frascos para agua de rosas, platos, incensarios y atriles con incrustaciones de nácar para leer el Corán... Una casa donde un niño feliz asiste al desmoronamiento de un emporio industrial creado por su abuelo que va resquebrajándose en manos del padre y de los tíos del protagonista.
Pero no es eso lo que más me ha retenido. Para sumergirme en ese mundo, me he paseado por el Estambul antiguo, he visto los restos de su hipódromo, la iglesia-museo de 'Ahíja Sofía', he recordado los 27 siglos de historia de esta Bizancio, Constatinopla, Estambul. He hecho cola para visitar el Palacio de Topkapi, he subido hasta la torre Gálata para contemplar la ciudad, oír las sirenas de los barcos que atraviesan el Bósforo, he oído la llamada del muecín desde uno de los seis minaretes de la Mezquita Azul.
Me he perdido por la ciudad, llegué hasta la estación de Sirekeci con su fachada de estilo oriental estación término del Oriente Express, luego me he dirigido hasta el Pera Palas donde se alojaban los pasajeros del famoso tren. Un empleado me ha enseñado amablemente la habitación 411 donde Agatha Christie escribió su novela " Asesinato en el Oriente Express". Al salir, hacía un calor pegajoso y me senté en una terraza y pedí " bir sise cola Turka", me despedí con un " Allahaismarladik" (adiós) al camarero y me dirigí a la plaza Taksim donde el bailarín Baris Adikt rodaba un anuncio publicitario. Al pasar por el puente Gálata de donde parten los 'vapur' hacia Asia, observé a pescadores , vendedores ambulantes , paseantes y a un muchacho de tez morena que degustaba con fruición un bocadillo de sardinas asadas que según me dijeron es una de las preferencias de los estambulíes.
Al declinar la tarde subí hasta el "5-Kat" y vi a su dueña Yasemin Alkaya , antigua actriz de teatro, manejar con mano diestra su restaurante, dando orden a los cocineros que preparaban la cena para los 80 afortunados clientes que tendrían el privilegio de cenar en 'casa' esta noche. Hacia las ocho empiezan a llegar los clientes que se pelean por ocupar una de las mesas de la terraza de una sin par vista sobre el Bósforo. Yasemin es un emblema de la noche estambulí. Ella misma afirma que Estambul ha cambiado enormemente en estos últimos diez años.
Me paseé de nuevo por la Plaza Taksim, repleta de gente que apuraba las últimas horas de la noche y volví a casa. Mi casa también la llaman 'Realidad'. Aunque yo no estoy completamente de acuerdo, sobre todo cuando uno regresa de algunos viajes.
Existe una manera de viajar gratis recomendada para turistas sin dinero. Eso sí, un poco de imaginación es necesaria, luego Internet, alguna lectura complementaria, pueden servir de expertos guías turísticos.
Eso es lo que he hecho yo esta tarde desde que abrí el libro "Estambul" de Orhan Pamuk. Es la primera vez que compro un libro por haber sido premiado , pero me interesaba saber cómo una ciudad se puede convertir en el 'destino' de una obra y de una vida. He empezado a leer los recuerdos infantiles de un niño nacido en "una familia de posibles". Una edificio que recibe el nombre de la familia Pamuk (Algodón, en turco, porque al parecer los 'Pamuk' tenía una piel y un pelo más blancos que el de sus congéneres). Una casa-museo llena de pianos, aparadores repletos de porcelanas chinas, juegos de plata, cajas de rapé, frascos para agua de rosas, platos, incensarios y atriles con incrustaciones de nácar para leer el Corán... Una casa donde un niño feliz asiste al desmoronamiento de un emporio industrial creado por su abuelo que va resquebrajándose en manos del padre y de los tíos del protagonista.
Pero no es eso lo que más me ha retenido. Para sumergirme en ese mundo, me he paseado por el Estambul antiguo, he visto los restos de su hipódromo, la iglesia-museo de 'Ahíja Sofía', he recordado los 27 siglos de historia de esta Bizancio, Constatinopla, Estambul. He hecho cola para visitar el Palacio de Topkapi, he subido hasta la torre Gálata para contemplar la ciudad, oír las sirenas de los barcos que atraviesan el Bósforo, he oído la llamada del muecín desde uno de los seis minaretes de la Mezquita Azul.
Me he perdido por la ciudad, llegué hasta la estación de Sirekeci con su fachada de estilo oriental estación término del Oriente Express, luego me he dirigido hasta el Pera Palas donde se alojaban los pasajeros del famoso tren. Un empleado me ha enseñado amablemente la habitación 411 donde Agatha Christie escribió su novela " Asesinato en el Oriente Express". Al salir, hacía un calor pegajoso y me senté en una terraza y pedí " bir sise cola Turka", me despedí con un " Allahaismarladik" (adiós) al camarero y me dirigí a la plaza Taksim donde el bailarín Baris Adikt rodaba un anuncio publicitario. Al pasar por el puente Gálata de donde parten los 'vapur' hacia Asia, observé a pescadores , vendedores ambulantes , paseantes y a un muchacho de tez morena que degustaba con fruición un bocadillo de sardinas asadas que según me dijeron es una de las preferencias de los estambulíes.
Al declinar la tarde subí hasta el "5-Kat" y vi a su dueña Yasemin Alkaya , antigua actriz de teatro, manejar con mano diestra su restaurante, dando orden a los cocineros que preparaban la cena para los 80 afortunados clientes que tendrían el privilegio de cenar en 'casa' esta noche. Hacia las ocho empiezan a llegar los clientes que se pelean por ocupar una de las mesas de la terraza de una sin par vista sobre el Bósforo. Yasemin es un emblema de la noche estambulí. Ella misma afirma que Estambul ha cambiado enormemente en estos últimos diez años.
Me paseé de nuevo por la Plaza Taksim, repleta de gente que apuraba las últimas horas de la noche y volví a casa. Mi casa también la llaman 'Realidad'. Aunque yo no estoy completamente de acuerdo, sobre todo cuando uno regresa de algunos viajes.
Comentarios
No habla ni de síntomas mi dicta cátedra, sólo se interesa por eso tan complejo que es el cerebro, no sólo sede de nuestros pensamientos, sino también de ese ser emocional y complejo que es este 'homo sapiens ' cuyo cerebro se ha ido adaptando a las etapas que ha ido superando.
Admitir nuestra complejidad, la raíz profunda de nuestras emociones, reconocer nuestra parte primitiva y animal, puede ser un sano ejercicio.
Basta con echar una mirada a este mundo que hemos creado, para ver cuánta parte de 'animalidad' y de emociones no 'integradas'se adueñan de nuestros comportamientos... muy 'humanos':-)