La bahía, desde el faro
En una letra apresurada los Carabelas, un trío musical santanderino, cantaba aquello de “ Un paseo por el Sardinero, no hay mejor en el mundo entero”. Por supuesto ese paseo es maravilloso, pero en verano, un día festivo y soleado como hoy, prefiero irme más lejos hasta donde no llega esa aglomeración de gente que pasea, puebla las terrazas, espera el autobús o hace cola ante un puesto de helados.
Avanzada ya la tarde Douce y yo hemos preferido subir hasta los alrededores del faro. No es que allí no haya gente, pero hay espacios suficientes para pasear sin agobio, sentarse en la hierba o simplemente admirar un paisaje inenarrable. ¿ Dónde estará esa cámara de tan gran angular que pueda captar de una vez todo lo que pueden abarcar los ojos? Resultan pequeños todos los zooms para recoger un trozo de la playa de Mataleñas, el campo de golf cercano, más lejos la Isla de Mouro , la Península de la Magdalena, Peña Cabarga y la cadena de montañas que en días como hoy muestran sus crestas detrás.
Sería necesaria toda la paz interior del mundo para fundirse y perderse plenamente en este paisaje y que todo fuera sensación de belleza y serenidad como la que tiene este atardecer de agosto. Olvidarse por un momento que sólo existe esta belleza casi insultante y esta calma.
Comentarios
y mantendré el pico cerrado.
Es la mejor manera de no equivocarse ni molestar a nadie.
A la segunda apostilla, prefiero dejarla sin contestación.