El elixir de la Felicidad

AVENTURA NO APTA PARA MAYORES DESCREÍDOS

Image hosting by PhotobucketSeguimos esta mañana al señor del pantalón... bueno , a estas alturas, el color es lo que menos importa, podría ser blanco, gris o beige. Lo cierto es que lo llevaba. Se detuvo un buen rato en las casetas de la "Feria del Libro Viejo". Ojeó varios libros pero los que realmente le interesaban era aquellos viejos libros que habían servido para educarle (?).

Repasó varias pequeñas enciclopedias en las que se condensaban todos los saberes necesarios de aquella época, debidamente expurgados de doctrinas perversas. Es increíble , se decía, que en un solo libro cupiera toda la ciencia necesaria, cuando los muchachos de hoy no encuentran sitio suficiente en sus mochilas , para libros, cuadernos de apoyo, materias mil, neceseres , calculadoras, y demás enseres escolares.

Ojeó alguna de aquellas enciclopedias que en cien o doscientas páginas, contenían toda la Historia Sagrada, por supuesto, toda la Gramática, Geografía, Matemáticas, Ciencias Naturales ‘sabibles’.

Animado por reencontrarse y reencontrar esos libros, los piadosos y ‘educativos’ poemas, los ‘libros de las cosas’ y otros similares , sin ni siquiera preguntar el precio, estaba dispuesto a llevarse casi media caseta a casita. Presentó 5 ó 6, preguntó el precio y el montante superaba los 100 euros. Extrañado, preguntó el precio de la pequeña Enciclopedia de 1º Grado de Edelvives , 35 rublos, digo, euros. ¡Caramba con los libros de viejo!’ , con precios tan al día. Decidió entonces , dejar su capricho a un lado y para satisfacer su nostalgia compró un tebeo de Roberto Alcázar y Pedrín (versión original, lleno de manchitas , con olor a papel viejo) por 4 euros, que tampoco está mal.

Pasó a otra caseta-librería . Entre los libros expuestos, detrás de un pequeño soporte para que se viera bien , reconoció una portada de la revista Proel, nº 14, en papel mortal. La ojeó y reconoció las firmas de Julio Maruri, Salomón, Hierro, Gómez Cantolla... Sintió ganas de comprar aquel ejemplar editado con toda la sencillez de aquella época y que no llegaba a las 30 páginas. Esta vez miró antes el precio que se encontraba en el interior de la primera página : 35 Euros. Con toda la pena del mundo, volvió a depositarla en el sitio donde estaba y pensó que puede que ése sea el precio en este particular mercado. Quizá esa sea la relación precio/demanda, pero pensó que se paga muy cara la nostalgia.

De modo que al llegar a casa, como cuando tenía 12 ó 13 años se puso a leer con todo interés del mundo “El elixir de la Felicidad” para recordar a qué precio se vendía por entonces esta medicina tan buscada. La línea sencilla pero eficaz de los dibujos de Eduardo Vañó, la trama sencilla de Pedro Quesada – nombres que por supuesto que él pasaba por alto entonces - para vivir de lleno durante los minutos que durara la historieta, aquellos medios planos o primeros de expresivos gestos, le entretuvieron con la misma eficacia de hacía muchos años. Es la historia de un viejo científico que ha encontrado la fórmula para hacer felices a sus semejantes en aprietos. El invento es descubierto por unos malhechores , la Banda del Banana, raptarán al profesor para que les surta de la pócima y emplearla para asaltar bancos y oficinas, vaciar las cajas de caudales provistos de máscaras , mientras pulverizan a empleados y directores con el elixir mágico. Chirimoya y compañía hacen sus faenas ante las carcajadas y risas de los ‘pulverizados’.

Por supuesto la sagacidad , la astucia y la valentía de Roberto y su lenguaraz ayudante (la censura de la época se preguntaba por qué Pedrín no estaba escolarizado, cuando era un cuestión que ninguno de sus lectores nos planteábamos) , encontraban al viejo profesor , secuestrado, por gente tan desalmada y lo liberaban. El viejo profesor al conocer por boca de nuestros héroes el empleo que los gángsteres hacían de su ‘poción mágica’, decidió hallar otra fórmula más de acuerdo con la ‘moraleja’ de los tiempos. En la viñeta final Alcázar y su ayudante ven al viejo científico , rodeado de niños ( o magia de los tiempos, ninguna niña, para que no hubiera problemas ) leyendo o escuchando al bioquímico Ernesto Martín que explica: “Me dedico a jugar y a contarles cuentos a los niños de la vecindad. ¿Qué les parece?.

Y las sentencias morales del detective: “Tenía usted razón. ¡Esta es la verdadera felicidad!” . Y la apostilla de Pedrín:" ¡Y que lo diga! Solo hay que ver lo contentos que están los chavales” (Obsérvese que el fuerte de Pedrín no era la ortografía)

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