Briznas de brisa

  • Don Otro , no sabe lo que me alegro encontrarle.
  • Pues le advierto que me coge usted por casualidad, porque me iba para mi casa.
  • No le voy a entretener mucho, pero hablando con usted me voy menos por las ramas, riesgo que corro siempre.
  • Cuénteme, si es que yo le ayudo. Ya sabe que me gusta y de paso yo también aprendo. ¿Por cierto qué hace usted por aquí, le hacía bañándose en su 'cala'?
  • De eso precisamente quería hablar , de las playas , un 6 de agosto, con buen tiempo, en Santander. Demasiadas coincidencias.
  • Y eso, ¿por qué?
  • Pues mire , ya sabe usted que huyo de las aglomeraciones y aún respetando los gustos de cada cual, no llego a comprender ese afán de la gente de concentrarse en los mismos sitios.
  • No comprende que la mayoría de la gente vaya a la misma playa, no encuentre aparcamiento para sus cosas, vaya cargada de bultos, aparcado el coche tenga luego que encontrar un ‘aparcamiento’ para colocar la playa, la sombrilla, el paipo de los niños, la colchoneta, y demás complementos playeros.
  • Pues no, don Otro, aún comprendiendo que no soy quién para indicarle a la gente sus gustos, no lo entiendo muy bien.
  • ¿Se siente raro?
  • No, no es eso. Y aunque me sintiera, sería problema mío, no de ellos. Sé que no me gusta este tipo de convocatorias , que huyo de ellas, que me siento extraño entre tanta gente.
  • ¿Y cómo anda por aquí, por El Sardinero, que es precisamente uno de esos sitios que a usted no le gustan en esta época?
  • Si le digo la verdad, y después de haber dado cien vueltas para dejar mi coche, aguantar la irritabilidad de la gente que se pelean por un trocito de sitio dónde aparcar su vehículo, con la discusión tonta de ‘yo lo ví primero’ y perder aún más tiempo y sobre todo calma, he bajado hasta aquí por un motivo.
  • ¿Puedo saberlo?
  • Claro don Otro, ¿no ve que todas estas ‘vueltas’ es para decirle que necesitaba contárselo? He venido porque tenía una cita.
  • ¡No me diga! ¿Alguna joven? ( con sorna)
  • Su ironía me halaga, no estoy yo ya para esos trotes , aunque no despreciaría la oferta si es que la hubiera tenido. Mi cita era con algunos personajes conocidos.
  • ¿Puedo saber quiénes son los ‘esperados’?
  • Pues nada menos que Sherlock Holmes, el Capitán Garfio, Don Quijote y Sancho...
  • ¡Alto! ¿Y qué se les había perdido por aquí a tan inesperados veraneantes?
  • Todo partió de un anuncio que vi ayer en el periódico sobre la llegada de estos visitantes para hacer un regalo a los que con un libro se presentaran en la playa.
  • ¿Usted ha traído el suyo?
  • No, don Otro, yo venía a recoger la visita con mi cámara.
  • ¿Y no los ha visto?
  • No. He mirado bien y no les he visto aparecer. Quizá aparezcan a otra hora. Me he dedicado a fotografiar escenas, personajes, encuadres que me llamaran la atención.
  • ¿Y ha encontrado lo que buscaba?
  • Más o menos. Aunque he tratado de ser discreto y no he podido recoger todo lo que me llamaba la atención. Me gusta observar a la gente. Ver que no todos se contentan con tumbarse al sol, tostarse un poco, y de vez en cuando darse un chapuzón en el agua.
  • ¿Y qué ha captado con su cámara?
  • Pues mire en primer lugar me ha llamado la atención de este hormiguero de gente que se amontonan en esta playa del Sardinero, que como usted sabe , no son una , sino dos. En estas playas del norte, además de la gente que se pone a la sombra en las hamacas municipales, los que traen sus propias sombrillas , toallas o sillas para sentarse, están los que paseen de arriba abajo, de abajo a arriba incansablemente.
  • Sí, ya me he dado cuenta. Es curioso observar que además de las olas que van y vienen, una marea de gente se recorre los 4 ó 6 kilómetros que pueda tener la playa.
  • Pues eso es lo que he tratado de plasmar , o la azafata que reparte folletos a los turistas para que se suban al autobús que les paseará por la ciudad, o el abuelo que a la sombra de un tamarindo vigila el cochecito donde duerme su nieta, o el ciego con su cartel contando su oscuridad, ‘siente’ o ve pasar sombras que apenas reparan él. Señoras que se pasean con un parasol chino o japonés para protegerse del sol...
  • Ya veo que ha venido en plan observador.
  • Sí, me gusta observar a la gente y mientras tanto pensar que en otros lugares no tan lejanos, alguien muestra en la tele el último artefacto de guerra que destrozó su casa, o cómo desembarcan senegaleses , malíes, o mauritanos en plena playa de Tenerife, eso, los que llegan, o ver a otros sudar de mesa en mesa atendiendo a los que ‘vacacionean’ .
  • Es que la gente necesita también olvidar. Necesitan olvidar lo que no ven, porque bastante afán tienen con sus propios problemas. Tenemos tantas cosas que hacer ... Cierto que muchas son necesidades que nos hemos o nos han creado, que cada vez nos queda menos tiempo para pensar, no digo hacer algo por los demás.
  • Pues sí, algo de eso me he dicho, para tratar de acallar mi conciencia. Ya de regreso he observado dos cosas más.
  • ¿Más todavía?
  • Pues sí, he visto que había padres que pensando quizá más en sus hijos y no tanto en ellos, disfrutaban en un parque,, a la sombra de los pinos de columpios, trampolines y otros artefactos infantiles, sin ninguna aglomeración, protegidos del sol y con gran contento de los pequeños. Y al pasar por una iglesia he podido ver también, porque por el calor estaban las puertas abiertas, que había gente casi más fuera que dentro, no sé si es porque eran muchos o porque estaban esperando que terminara su ‘obligación’ dominical para irse a tomar una caña. A Dios lo que es de Dios, y al César o al Enrique, el Eduardo o el Jordi, la cerveza.
  • Le invito a una si quiere.
  • Se lo agradezco don Otro, pero me volveré a casa por el centro . He comprobado que a estas horas está casi desierto, las terrazas medio vacías, la circulación fluida, porque la masa humana se ha trasladado a esta parte de la ciudad.
  • Yo también voy a recogerme, porque me espera un gazpacho y una ensalada que es lo único que me apetece . Bueno y un buen vino fresco.
  • Pues que aproveche, don Otro. Hasta cualquier otro momento.



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Comentarios

Unknown ha dicho que…
Julio, me temo que en realidad a Don Uno y Don Otro no les gusta mi presencia, y por ello hoy se han confabulado para hacerme llorar presa de un terrible sentimiento de nostalgia por la tierruca. Díles de mi parte, por favor, que a pesar de sus aviesas intenciones me ha encantado el montaje fotográfico de Don Uno. Y díle también de mi parte a Don Uno, que precisamente, quién mas se manifiesta como no estar ya para determinados "trotes" suelen ser los que mejor los tolerarían ;-)
Douce ha dicho que…
Bliss, puedo asegurarte, porque los conozco, que ni a Uno ni a Otro les disgusta tu presencia, más bien , todo lo contrario. Eso sí, no les gustaría que esas lágrimas fueran amargas , sino tan sólo de una sentida semiagridulce nostalgia.

En nombre de don Uno, que está un poco de capa caída en ciertas capas, decirte que le sube ...la moral esos ánimos;-)

Un saludo cariñoso, desde tu tierra.

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