Del velero al tango

CARTA A DON OTRO

Querido don Otro, ya sé que ha decidido pasar estos días en la montaña, según eran sus deseos. Echo de menos su compañía y nuestras parrafadas, por eso he decidido escribirle esta pequeña nota contándole mis andanzas.

Bueno, como sabe, mis andanzas en este tiempo de multitudes no van mucho más allá de la playa que usted conoce a mi casa y mis paseos con Douce. Pero alguna vez, como ayer, me doy una vuelta por el centro de la ciudad para captar parte del ambiente del verano turístico. Ayer me paseé un rato por el pantalán del Palacete porque el otro día, al pasar con el coche , me llamaron la atención las velas de los barcos que participan en esta regata organizada por el periódico Le Figaro y la firma francesa Affelou. Aquel flamear de las velas era como un saludo de bienvenida a los paseantes.

Ayer, al atardecer quise ver a estos veleros de cerca, fotografiar el hermoso cuadro que formaban barcos y bahía en amistosa simbiosis, en total calma. Habían llegado a Santander en la madrugada del miércoles desde el puerto francés de Cherbourg de donde habían partido. Pensar en el nombre de Cherbourg me hace rememorar a una Catherine Deneuve jovencísima enamorada de un mecánico en aquel film de Demy “Les parapluies de Cherbourg”, pero no es de eso de lo que quiero hablarle, porque ya le veo con su sonrisa burlona llamándome ‘nostálgico’.

Quería hablarle de cómo admiro a estos nombres que en solitario – la regata se llama “La Solitaire” – deben navegar solos en su barco a merced del viento, de las olas, de los temporales, sin apenas tiempo para echar una ligera cabezada , porque como decía el ganador de la etapa “estas regatas se ganan por la noche”Aquí descasarán hasta mañana que saldrán rumbo a Irlanda, terminado el 30 de agosto en Concarneau, en la costa bretona francesa. Estos días , los aprovechan para descansar , dormir, recibir los cuidados médicos necesarios y discutir con su preparador y su técnico las estrategias de la regata. Todos los barcos tienen las mismas dimensiones , el mismo tipo de velas, todo depende de la habilidad del navegante solitario. No quisiera ponerme pedante porque ya le veo a usted sonriendo, pero sí, se lo diré, estos regatistas solitarios, luchando contra o a favor de lo que el tiempo y el mar les depara se parece un poco a nuestra vida.

Pero no me voy a detener en estas reflexiones, porque quería comentarle también algo que observé sobre el muelle de Maliaño. Me refiero a una joven pareja que ante un público entre curioso y sorprendido asistían al espectáculo del tango. Nunca estos dos jóvenes bailarines hubieran podido encontrar un marco mejor para este baile que esta bahía que le devolvía un poco de nuevo a sus orígenes en los márgenes del Río de la Plata. Una chica delgada, con un vestido negro ajustado a sus escaso cuerpo, medias de red, tentaba con su mirada retadora , sus coqueteos con el público al chico moreno, pantalón negro, camisa blanca abierta, de verbo fácil y provocador. Escenificaban sobre aquel improvisado tablao todo ese juego de seducción, de sensualidad , picardía y desgarro que lleva dentro este baile provocador , excitante. Pero no era el baile en sí sólo lo que llamaba mi atención sino lo bohemio, lo retador de estos dos jóvenes que han hecho de esta etapa de su vida al menos, un ganarse la vida aventurero, dependiendo diariamente para vivir de lo que consigan extraer de ese público que les contempla entre divertido, admirado, quizás algo indiferente y hasta habrá bienpensantes que les dediquen una mirada entre comprensiva y desdeñosa.

Antes del espectáculo, el muchacho , subraya su acento argentino , no sabría decir si original o importado. Habla con soltura, con la seguridad real o ficticia que requiere su oficio, trata de ‘dominar’ al público, mientras la joven sigue mirando sugerente a la gente que poco a poco se va entregando a las estrategias de ambos. El bailarín anima a la gente a que se aproxime más, a que no tenga miedo de ‘cerrar’ un poco más el ‘escenario’ y señala los ‘dos’ bafles que expandirán la música, los ‘dos’ artistas que van a comenzar a bailar, las ‘dos’ cajas que esperan que al final de la danza esperan la ‘generosidad’ de los asistentes.

Estos dos retos, de los que luchan contra el mar, las olas, el viento a solas y el de estos otros dos aventureros de la vida que tratan de ganarse la vida al son de un tango, me han hecho pensar en dos formas de vivir que secretamente envidio porque me hablan de libertad y de coraje.

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