De inmigración y Festivales interculturales
Últimamente visitando algún blog donde se ha planteado el problema candente y complejo de la inmigración me he olvidado un poco de esta bitácora, aunque por supuesto para mí tiene prioridad.
Como el problema tiene tantos ángulos desde donde ser abordado lo único que pretendo es exponer, sin grandes palabras, lo que la gente de la calle está sintiendo y cada cual, como es normal, responde según su propia sensación a esta presencia que se incrementa sin cesar , digan lo que digan los responsables, sin controlar. Esta sensación , como todas las que experimentamos está condicionada por varias causas el impacto real con el que podamos toparnos si esa convivencia es cercana, de las personas concretas con quien nos encontramos. De esta sensación forman parte también nuestros propias ideas, prejuicios, aversiones, de la información que nos llega y del enfoque que percibimos en esas informaciones.
Al verse teñido el problema por temores personales, convicciones, prejuicios, afinidades políticas, el tema central ‘la inmigración’ se ve salpicado por diversas aguas. No quiero entrar en la polémica , que puede ser infinita, simplemente pretendo exponer que cada día este artefacto nos está estallando con más fuerza entre las manos, que los responsables se ven desbordados y tratan de desviar hacia otro lado las posibles soluciones a un problema que no tiene síntomas de decrecer sino de aumentar sensiblemente, con lo que eso puede significar una estructura social como la nuestra, en mi opinión, con bastantes puntos frágiles de estabilidad.
No caben miradas simplistas, ni ver en el inmigrante solamente un posible competidor, un delincuente , alguien que nos va a privar de nuestros derechos... ni tampoco tener una visión demagógica, caritativa , irreal o folclórica de los hechos .Y hablando de esa visión ‘folclórica’ del asunto me ha llamado la atención un artículo que aparece hoy en el diario local a propósito del “I Festival intercultural” que se celebra en estos días en esta ciudad.
Por supuesto, no cabe la menos duda que esta exposición de las costumbres, arte, cultura, productos que para nosotros tienen la atracción de lo variado, de lo inusual, tiene un doble atractivo y un mensaje que debemos saber recoger. No soy quien para dar consejos a nadie (Señor, ¡qué cosa más antigua e inútil!) pero hay cosas que me revuelven un poco las tripillas. Por ejemplo algún comentario que la periodista autora del reportaje recoge en un ‘ladillo’ de la noticia. Es el comentario de una visitante que es como si resumiera la visión de su visita:
- “He comprado un montón de cosas para mis hijas. Todo está muy barato”.
No soy nadie para aguar la fiesta a esta señora y menos a sus afortunadas hijas por las que vela con tanto cariño, pero sí que siento un poco de decepción y de vergüenza que estos festivales se reduzcan a eso, que se conviertan en un modo distinto de consumir, aunque fuere para ayudar a los ‘negritos’, que es lo que decía yo cuando los Maristas me daban una hucha de esas con negritos, chinitos, pieles rojas y otros bustos pidientes. “ Una peseta para los negritos”, decía yo, mientras hacía sonar las perras. Luego me llenaba de orgullo cuando desprecintaban el corcho situado en la parte baja del busto y veía salir las monedas, las pesetas y algún generoso billete .
Lo que no podemos hacer es sustituir las huchas de los chinitos por comprar en los chiringuitos.
Como el problema tiene tantos ángulos desde donde ser abordado lo único que pretendo es exponer, sin grandes palabras, lo que la gente de la calle está sintiendo y cada cual, como es normal, responde según su propia sensación a esta presencia que se incrementa sin cesar , digan lo que digan los responsables, sin controlar. Esta sensación , como todas las que experimentamos está condicionada por varias causas el impacto real con el que podamos toparnos si esa convivencia es cercana, de las personas concretas con quien nos encontramos. De esta sensación forman parte también nuestros propias ideas, prejuicios, aversiones, de la información que nos llega y del enfoque que percibimos en esas informaciones.
Al verse teñido el problema por temores personales, convicciones, prejuicios, afinidades políticas, el tema central ‘la inmigración’ se ve salpicado por diversas aguas. No quiero entrar en la polémica , que puede ser infinita, simplemente pretendo exponer que cada día este artefacto nos está estallando con más fuerza entre las manos, que los responsables se ven desbordados y tratan de desviar hacia otro lado las posibles soluciones a un problema que no tiene síntomas de decrecer sino de aumentar sensiblemente, con lo que eso puede significar una estructura social como la nuestra, en mi opinión, con bastantes puntos frágiles de estabilidad.
No caben miradas simplistas, ni ver en el inmigrante solamente un posible competidor, un delincuente , alguien que nos va a privar de nuestros derechos... ni tampoco tener una visión demagógica, caritativa , irreal o folclórica de los hechos .Y hablando de esa visión ‘folclórica’ del asunto me ha llamado la atención un artículo que aparece hoy en el diario local a propósito del “I Festival intercultural” que se celebra en estos días en esta ciudad.
Por supuesto, no cabe la menos duda que esta exposición de las costumbres, arte, cultura, productos que para nosotros tienen la atracción de lo variado, de lo inusual, tiene un doble atractivo y un mensaje que debemos saber recoger. No soy quien para dar consejos a nadie (Señor, ¡qué cosa más antigua e inútil!) pero hay cosas que me revuelven un poco las tripillas. Por ejemplo algún comentario que la periodista autora del reportaje recoge en un ‘ladillo’ de la noticia. Es el comentario de una visitante que es como si resumiera la visión de su visita:
- “He comprado un montón de cosas para mis hijas. Todo está muy barato”.
No soy nadie para aguar la fiesta a esta señora y menos a sus afortunadas hijas por las que vela con tanto cariño, pero sí que siento un poco de decepción y de vergüenza que estos festivales se reduzcan a eso, que se conviertan en un modo distinto de consumir, aunque fuere para ayudar a los ‘negritos’, que es lo que decía yo cuando los Maristas me daban una hucha de esas con negritos, chinitos, pieles rojas y otros bustos pidientes. “ Una peseta para los negritos”, decía yo, mientras hacía sonar las perras. Luego me llenaba de orgullo cuando desprecintaban el corcho situado en la parte baja del busto y veía salir las monedas, las pesetas y algún generoso billete .
Lo que no podemos hacer es sustituir las huchas de los chinitos por comprar en los chiringuitos.
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