El fuego como metáfora
Mientras Galicia arde , vemos que los que de verdad están sacando las castañas/casas del fuego son los bomberos, las brigadas forestales , el ejército con el que la Xunta no renovó el concierto y miles de ciudadanos que con ramas, palas o mangueras caseras tratan, corriendo toda clase de riesgos, que las llamas no lleguen a sus casas. Como siempre es el pueblo el que de verdad tiene que hacer frente a estos y similares desastres.
Mientras ellos arriesgan sus vidas, los políticos de ambos bandos no hacen más que echar leña al fuego, con sus declaraciones, con sus acusaciones mutuas, con sus promesas vacuas de siempre. Los unos no prevén, tardan tiempo en abandonar su descanso de vacaciones , piden auxilio tarde, tratan de desviar la atención hacia otra parte para que no se vea su ineficacia, la distancia entre las vacuas palabras y las soluciones concretas. Y los otros aprovechan para atizar más el fuego, tomar la revancha de lo que ocurrió en otras catástrofes, reclamar la presencia de los ‘nunca mais’... Este enzarzamiento me recuerda el cuadro de Goya de las dos Españas peleándose, ajenos a las llamas que les rodean. Se diría que les interesa una vez más el echarse en cara sus diferencias antes de ocuparse del campesino que mira con toda la desesperanza en su cara lo que queda de su casa, o esa señora que con la máscara de protección al cuello huye de las llamas o los jóvenes que con palas y con ramas golpean los matorrales que arden, o el camión que se abre paso por una carretera entre una hilera de pinos abrasados.
El pueblo trabajando, los políticos atizándose: pero ése es otro ‘fuego’. El fuego egoísta, de los intereses partidistas, el fuego sempiterno. Galicia, todos, no nos merecemos esto.
¿Quién dijo eso de que una de las dos Españas nos 'helaría' el corazón? Esa frase debió ser escrita en el invierno. Lo que pasa es que ahora hace calor, bastante calor, don Antonio.
Mientras ellos arriesgan sus vidas, los políticos de ambos bandos no hacen más que echar leña al fuego, con sus declaraciones, con sus acusaciones mutuas, con sus promesas vacuas de siempre. Los unos no prevén, tardan tiempo en abandonar su descanso de vacaciones , piden auxilio tarde, tratan de desviar la atención hacia otra parte para que no se vea su ineficacia, la distancia entre las vacuas palabras y las soluciones concretas. Y los otros aprovechan para atizar más el fuego, tomar la revancha de lo que ocurrió en otras catástrofes, reclamar la presencia de los ‘nunca mais’... Este enzarzamiento me recuerda el cuadro de Goya de las dos Españas peleándose, ajenos a las llamas que les rodean. Se diría que les interesa una vez más el echarse en cara sus diferencias antes de ocuparse del campesino que mira con toda la desesperanza en su cara lo que queda de su casa, o esa señora que con la máscara de protección al cuello huye de las llamas o los jóvenes que con palas y con ramas golpean los matorrales que arden, o el camión que se abre paso por una carretera entre una hilera de pinos abrasados.
El pueblo trabajando, los políticos atizándose: pero ése es otro ‘fuego’. El fuego egoísta, de los intereses partidistas, el fuego sempiterno. Galicia, todos, no nos merecemos esto.
¿Quién dijo eso de que una de las dos Españas nos 'helaría' el corazón? Esa frase debió ser escrita en el invierno. Lo que pasa es que ahora hace calor, bastante calor, don Antonio.
Comentarios
Esta visto que de las catastrofes algunos sacan ganancias.