Una de perros y gatos. ( By Douce)

DE LO QUE OCURRIÓ ENTRE 'TOCAPELOTAS' Y 'DON PACIENTE'

Como siempre, cuando hay alguna cuestión delicada que tratar, mi papá me encarga a mí la tarea. Él no se moja. Ya se sabe que el mundo siempre se divide en dos mitades: los buenos y los malos, los rojos y los fachas, a la izquierda y a la derecha, los der Beti y er Zevilla, los hombres y las mujeres... los amantes de los perros y los defensores de los gatos. Y claro, mi papá, para no quedar mal con los que les gustan los gatos, me ha pedido mi parecer sobre el episodio del vídeo que figura aquí abajo.




Como habrán observado el gatito éste, con cara de bueno, no hace más que tocarle las pelotas a mi amigo "Don Paciente" que reposa tranquilamente sobre la pierna de su mamá. He de decir, antes de proseguir mi comentario, que yo he tratado de ser amiga de los gatos que pueblan el jardín. Por aquí han pasado varias generaciones de felinos. Mi mejor recuerdo gatuno tiene un nombre: Calcetines. Es el único gato con el que he podido hacer buenas migas. Jugábamos, hacíamos que nos peleábamos, lo pasábamos chachi, siempre guardando nuestras respectivas reservas.

Él, como buen gato, iba por libre. Se paseaba por el jardín, saltaba el seto, se iba a la calle. Yo le advertí claramente que debía tener cuidado porque los hombres son muy burros y cuando se montan en esos cacharros de cuatro ruedas, ya no reparan en nada. Lo que yo me temía, ocurrió. Un día saltó el seto del jardín, salió a la calle y encontró la muerte debajo de las ruedas de un coche.

Yo sentí mucho la muerte de Calcetines. Vinieron más gatos y yo traté de hacer buenas migas con ellos. Pero que ¡'nanay!, los tipos son unos desconfiados, enseguida se ponen en guardia, erizan los pelos y empiezan a dar bufidos. Un día que me acerqué un poco confiada, una gata me soltó un zarpazo en el morro. Como soy pacífica, no quise liarla y desde ese día, cuando los veo, doy un rodeo y paso de largo. Ellos se lo pierden.

Y vayamos al 'Tocapelotas' del vídeo. La verdad es que es un gato muy mono y como es joven le gusta probar, jugar, ver cómo funciona la cosa ésta de perros y gatos. Entonces va, se acerca al perrito que está tranquilamente descansando en el muslo de su dueña y el 'Tocapelotas' empieza a tocarle la oreja izquierda con su pata derecha. Mi amigo no se inmuta y sigue en 'posición descanso'. El incordiante, al vez que no reacciona echa mano de la pata derecha, a ver si con ella le hace un poco más de 'efecto'. Y nada. Decidido a dar la lata, el felino sigue y sigue, insiste con la misma pata. Mi congénere, harto ya de tanto toqueteo, levanta la cabeza, le mira como diciéndole:

- "¿Qué quieres, chaval? ¿No puedes estarte quieto, y dejar de tocarme las pelo...., las orejas?

Tampoco eso hace mella en el gatito 'tocador' que sirviéndose de la pata derecha le da un arreón en la oreja. Ahí, es cuando a "Don Paciente" se le acaba la idem, salta y se lanza sobre el incordiante agresor que huye como gato que lleva el diablo. Menos mal que la dueña le sujetó, porque sino "Tocapelotas" hubiera recibido un buen recado.

Y es que está bien ser paciente, pero cuando el personal ya se pasa de la raya, hay que decirle:

- "Mira majo, hasta aquí hemos llegado. Ahora me toca a mí, 'tocarte' algo."

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