Entre angustias y orgasmos

Ayer el Náufrago escudriñaba qué puede haber detrás del nombre Dolores (disfrazado de Lola). Pensaba por qué es tan íntimamente español, por qué ese nombre, Viernes de Dolores servía de portal a la Semana Santa. Se puso a pensar, no es el primero, por qué a pesar de las ‘moderneces’, aún sigue vivo en gran parte del pueblo, en formas y expresiones diferentes, el gusto por estos festejos que se regodean en el dolor, la pasión y la muerte. ¿De qué hontanares surge este tributo a la sangre, a la penitencia, a la necesidad de arrepentimiento, causándose o contemplando el dolor, regocijarse sufriendo? Gusto por arrastrar cadenas, por coronarse de espinas la cabeza, por atarse con sogas a una cruz, por flagelarse hasta que abra surcos la sangre por la espalda…

Esta España del dolor, la sangre, el sacrificio y la muerte, está aún viva, por muchas playas, nieve o la búsqueda de sitios lejanos adonde huir del dolor cotidiano. Las dos Españas conviven extrañamente y hasta se alían y confunden. Transitamos entre los orgasmos de los Zerolos y los cilicios de los Roucos. Extraño país este nuestro que no puede por menos de sorprender a los que desde fuera no conocen este ‘sentimiento trágico de la vida', del que hablaba Unamuno. No están tan lejos el orgé griego (‘agitación’, ‘irritación’) del orgasmo y la ‘estrechez’, la ‘situación crítica’, la angostura de la angustia latina. ¿Qué extraño placer se puede obtener sufriendo? Este país debería ahondar algo más en sus entrañas para averiguar por qué le gusta la guerra de los cuerpos que hacen el amor, con la misma pasión que hacen la guerra.

Y pensando en ello, recordó que hace mucho, mucho tiempo, algún profesor catalán de nombre Sugranyes le pidió que hiciera un trabajo sobre el Cristo de Velázquez, quizá el más sereno de los ‘crucificados’ que fueran esculpidos o pintados. Y revisó dos visiones distintas, aunque próximas, la de Unamuno y la de Ángel González. He aquí ambas visones, escritas desde dos ‘fés’, desde dos íntimas y personalísimas ‘creencias’ o zozobras.


Cristo de Velazquez

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