En busca del tiempo perdido

À LA RECHERCHE DU TEMPS PERDU

Llega un momento en que uno empieza a mirar más hacia atrás que hacia adelante, quizá queriendo recuperar parte del tiempo vivido o con la secreta esperanza de encontrar allí al niño que todavía es o no ha sido del todo. ¿Quién puede saber lo que cada cual busca hurgando en el mundo de la infancia? Es quizá eso lo que Proust llamaba "La busqueda del tiempo perdido". Hablando de ello el novelista escribía: "« J’ai eu le malheur de commencer mon livre par le mot « je » et aussitôt on a cru que, au lieu de chercher à découvrir des lois générales, je m’analysais au sens individuel et détestable du mot »

¿Buscamos nuestro 'yo' perdido o las leyes generales que rigen cada vida? El Náufrago no sabría encontrar la respuesta justa. El caso es que desde hace tiempo sentía un impulso interior que le llevaba hacia los sitios donde pasó una etapa, trascendental para él, de su infancia y adolescencia. El reencuentro con aquel paisaje, aquellos bancos, aquellas aulas , aquellos pasillos, aquella capilla, no ha sido en vano porque ha reconocido una parte muy importante de sí mismo.

Además de paisajes que descubrió con ojos nuevos, lo sentido con ojos de niño, encontró algún antiguo profesor. En sus charlas , entre mil anécdotas , nombres y recuerdos, surgió por casualidad o quizá por un capricho íntimo, el nombre de un viejísimo utensilio del que ya ha hablado el Náufrago en esta isla: la chasca. Un pequeño artilugio de madera con que los 'hermanos', dirigían parte de sus clases con el mudo lenguaje de unos pequeños ruidos en forma de 'chasquidos'. El viejo profesor le dijo que aún guardaba su última chasca, que yacía muda desde hacía muchos años y que se la regalaría.

El Náufrago volvió a casa sin el preciado regalo. un olvido. El otro día, en una conversación telefónica volvieron hablar de la 'chasca olvidada' y el viejo maestro le prometió que se la enviaría. Y así fue. Hace dos días, al llegar a casa, el conserje le entregó un pequeño paquetito que el cartero había dejado. Por la forma y el tamaño del paquete el Náufrago adivinó de qué se trataba. La abrió un poco nervioso, casi con la ilusión con que un niño pequeño desenvuelve sus regalos de reyes.

El paquete estaba perfectamente hecho, con doble envoltorio y muchas cintas adhesivas difíciles de despegar. Al final apareció el extraño objeto de deseo. Lo reconoció inmediatamente. Estaba casi nueva, como si no hubiera sido usada durante mucho tiempo. La madera no notaba demasiado el tacto de las manos que la habían utilizado. La cogió en sus manos, le parecía más pequeña de la que aún guardaba en el rincón de su recuerdo. Pero su forma, su torneado, su sonido al accionar la lengüeta que producía aquel seco chasquido sonaba igual. Aunque el sonido no reprodujera ya aquella magia que indicaba un "está bien" o " no es correcta la respuesta", "siguiente..." Aquella magia o aquel temor al fallo, ya no se producía.

Está ahí, cerca y de vez en cuando la hace sonar, pero no se produce el milagro de una vieja clase con estufa, con pupitres de tapa que se abría y se cerraba y que periódicamente era revisada para ver si libros y cuadernos estaban perfectamente en orden. No había viejos tinteros de china donde meter aquellas plumas para hacer caligrafía. No había un encerado con la 'máxima' de cada día hecha con tizas de colores por el hermano Benito... Faltaban tantas cosas.

Y lo más descorazonador es que al mostrársela a sus hijos, no manifestaran apenas ninguna sorpresa al ver aquel 'artilugio'. Habituados a ver tantas cosas, tanto plástico, tantos utensilios escolares, no podían concebir que aquello hubiera 'hablado' mudamente a centenares, millares de escolares. Se reían, casi se burlaban de aquel cacharro que apenas les despertaba ninguna curiosidad. ¿Cómo querer establecer un lazo que una extremos tan distantes? ¿Es verdad o es una enorme mentira que encontramos el tiempo perdido ?

Ce n'est peut-être qu'un rêve que d'aller à la recherce du temps perdu?

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