Los jueves, milagro

ANTORCHAS

Al Náufrago, como a muchos otros, le tocó vivir una infancia donde proliferaban los pecados, los mandamientos, las penitencias, los dioses severos y cejijuntos, a los que llamaban Amor, pero que no daban muchas muestras de actos amorosos. Como contrapartida, cuando aquellos que predicaban esas religiones tenían al hombre arrodillado, venerando a ese Ser Supremo, los que se decían ministros de ese Dios, los consolaban con ‘milagros’. Los ‘miracula’, eran ‘hechos admirables’, acciones extraordinarias que aquel Dios otorgaba de vez en cuando como golosinas divinas, aliviadoras de los males del hombre.

El Náufrago huyendo de esas religiones se apartó a igual distancia tanto de los castigos, como de los milagros. No entendía a un Dios que anduviera con esas ‘trampas’, jugando a la zanahoria y al palo. Le parecía que las religiones, en general, habían convertido a esa ansia de ‘Trascendencia’ que aún anida en el hombre en una simple ‘Moral’. Rilke, en una carta a un amigo se lamentaba de que no hubiera una religión a las experiencias inefables e intangibles. “Lo espantoso es no disponer de una religión en cuyo seno estas experiencias tan decibles y palpables (tanto que son inefables e intangibles) puedan izarse hasta Dios…”

Quiere decir con ello el Náufrago que rechazado ese Dios a la vez juez y milagrero, tenía que encontrar un Nombre para esas experiencias que hablan de algún goce íntimo o de algún dolor profundo, algo que no le haga sentir un simple ‘superviviente’ de no se sabe qué Azar o qué Destino.

Necesitaba algo de eso y también pequeños ‘resplandores’, breves ‘chispazos’ o ‘antorchas’, como las llama Benedetti en su último libro Vida adrede. “La antorcha puede ser una idea, pero también una primicia. Una palabra, pero también una tregua, una quietud.Su llama nos llama sin poner condiciones. … Esa tea reveladora sabe apreciar la belleza de lo feo, el pudor de lo impúdico, la ausencia de algún dios, el edén de los lagos… Todos tenemos una antorcha propia, con ella se puede llegar al río, aun después del crepúsculo”

Pero con estas referencias se ha alejado de su pequeño milagro de esta mañana, de la antorcha que le ha conducido hasta el río a pesar del crepúsculo de su descreimiento. La cosa es tan simple como ésta. Ayer, para disfrutar de su encuentro con Rafael Azcona, anduvo buscando como loco por toda la casa su película “El verdugo”. Tenía la vaga idea de que obraba en su poder. Buscó y rebuscó la estantería donde reposan deuvedés y videos del antiguo formato. L os repasó varias veces, uno a uno, y no encontró lo que buscaba. Miró otras estanterías, carteras, otros rincones de la casa donde se podría haber ocultado. Al final desistió, y entre pequeño ‘yutubes’, y tirando de ‘canon’, buscando la película, pudo tener el reencuentro con Azcona.

Esta mañana, nada más levantarse fue a depositar la radio que le había despertado. Y allí, en el mismo sitio donde ayer buscó y rebuscó varias veces se hallaba el ‘deuvedé’ buscado. Hacía la entrega número 21 de “Un País de cine” y el ‘Menú de inicio señalaba: Película, escenas, extras, entrevista don el director, ficha técnica…

Ese ha sido su pequeño ‘milagro’ mañanero, su antorcha matutina, su experiencia palpable e inefable. Rafael había tenido el detalle de ponerle al alcance de los ojos y de las manos, sus gotitas de humor, tan negro y tan luminoso.
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(Nota de Douce: Por favor, no se lo tengan en cuenta. Pero es que cada día lo encuentro más pirao. Síganle la bola y no le digan nada. Es lo que trato de hacer yo, hacer como si no pasara nada raro)

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