Libelo contra el PARAGUAS

El Náufrago siente un vital aversión, un rechazo visceral,tiene una antiquísima cuenta pendiente con ese utensilio que llaman ‘PARAGUAS’. Como dirían Tip y Coll, un extraño artefacto que debió inventar ‘mesié Pagapli’ (proyecten un poco los labios hacia delante hasta que la ‘i’ casi parezca una ‘u’, que no es del todo ‘u'). No sé si se entiende. El caso es que ese diabólico invento le causa una íntima y vindicativa inquina a la que el Náufrago quiere dar una vía de escape, subrayando todos los inconvenientes de ese aparato denominado ‘PARAGUAS’. Empezando por la obviedad de su nombre, ‘paraaguas’, no va a llamarse “paraincendios’, ‘parafugas’, ‘paraleches’. Según esa lógica todas las objetos que nos rodean debían indicar en sus nombres para lo que sirven: ‘parafreír’= sartén, ‘paraenfriar’= frigorífico, ‘parapies’, en lugar de zapatos. Y que los lingüistas no toquen las pelotas al Náufrago, con el significado del ‘para’, no vayan a joderle el libelo.

Por lo menos en otros idiomas, los llaman ‘umbrella’, ‘ombrella’, 'regenschirm', ομπρέλα, 'guarda-chuva' o 'amarara' (en maorí). Sólo los españoles, los franceses, los holandeses y algunos más, hemos tirado por el camino de lo obvio: ‘paraguas’, ‘parapluie’, ‘paraplu’, para designar lo obvio de ese “utensilio portátil para resguardarse de la lluvia, compuesto de un bastón y un varillaje cubierto de tela que puede extenderse y plegarse.”

Y en esta definición se encierra toda la malignidad y la mala leche de este horrible chisme. Examinemos pormenorizadamente la definición. ¿Qué quiere decir que es ‘portátil’? Pues que lo llevas de un sitio para otro y lo dejas en cualquier parte. Como en principio es para protegerse de la lluvia, quiere decir que si cuando sales del sitio donde lo dejaste ya no llueve, pues lo dejas en el paragüero, en un rincón o colgado de la primera silla que encontraste y si te he tenido, no me acuerdo.

En este primer caso, puede que no lo eches en falta hasta la próxima ‘lluvia’, con lo cual ya te has olvidado donde lo dejaste. En el caso de que te acuerdes y vuelvas al lugar del crimen, pueden ocurrir dos cosas: A) que el susodicho haya volado (bastante frecuente);B) que tu flamante paraguas, comprado con todo el cariño en Salamanca, con la Plaza Mayor estampada en la tela, haya sido sustituido por otro parecido pero en cuya cubertura ponga “Caja Cantabria”. Lo coges sin mirar bien, lo dejas en el maletero del coche hasta el próximo chubasco y cuando lo vas a abrir salta todo el varillaje por los aires. ¡A tomar por saco! Pueden tomárselo a chunga y hasta reírse y burlarse de la cara que se le queda al afectado, pero eso ocurrió ayer, a la una de la tarde, cuando el Náufrago sacó el ‘supuesto paraguas salmantino’ que saltó por los aires al abrirlo.

Y esa es otra. La cantidad de esos diabólicos artefactos que han pasado por las manos del Náufrago. Casi anda a paraguas por chubasco. Porque compras uno de esos para salir del paso, porque estás en París en pleno mes de agosto, se pone a llover y compras el primer cacharro que encuentras, además escoges uno de esos que se estiran y se encogen como la tripa de Jorge. No vas a andar los dos días de estancia en la Ciudad Luz, ahora lluviosa, con un paraguazo de esos que llevan los ‘lords’ de la City. El resultado es que esos ‘paraguillas’, con el primer ventarrón se van al carajo tela, varillaje y te quedas en la mano con ese mango asqueroso de no sé sabe qué plástico.

Si el Náufrago pudiera contar todos los paraguas, paraguillas y paraguazos que han pasado por sus manos podría montar una tienda. Pero ¡ay!, asqueroso artefacto, te odio lo suficiente como para no acordarme de ti más que cuando llueve. Y cuando eso pasa, por ejemplo ayer, tengo que comprarme otro, a mi pesar, sabiendo que tu vida conmigo no durará dos lluvias seguidas.

Te odia cordialmente,

El Náufrago antiparaguas.

Comentarios

pilar ha dicho que…
Nunca utilizo paraguas.Lo odio!

Además de todos los inconvenientes que describes hay otro molestísimo y es que la gente lleve el paraguas abierto bajo los soportales.Algo muy típico en Santiago.
Anónimo ha dicho que…
Pues sí, es otro de los incordios de este artefacto. Cuando estando a cubierto, por pura vagancia, la gente no pliega su paraguas, o cuando discurres por una calle o acera un poco esctrecha y vas notando el roce de esos 'cubrecabezas' para ver quién resiste más tiempo a parguazo limpio.

Por no hablar de los que al cerrarlo lo agitan de tal forma que te echan todo el agua que han acumulado encima, poniéndote hecho una sopa.

Afortunadamente, poco a poco se va integrando más gente en la sociedad 'antiparaguas' y se sirven de gorritos que quedan muy monos. Además de hacer a personajas y personajes mucho más interesantes.

Me imagino los soportales de Santiago, un día de lluvia, con los paraguas abiertos... Como para hacer ejercicios de esgrima, con el chisme plegado desde luego.
Meritxell2000 ha dicho que…
Lo de gorritos muy monos, depende de para quien te vea. Yo solía ponerme uno hasta que me cansé de oír continuamente si iba a la caza del pato. Por huir del paraguas di en el cansino, no sé qué es peor.
Anónimo ha dicho que…
¡Cuánto tiempo, Meritxell! ¿Va bien todo?

Pues lo de 'ir a cazar patos' no es ninguna metedura de pata. Pero, ya se sabe, sobre gustos...

Un saludo

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