Volver a casa
Vuelvo, una vez y otra, del mundo,
mi pensamiento cada vez más rico.
Juan Ramón Jiménez
mi pensamiento cada vez más rico.
Juan Ramón Jiménez

También la ciudad se ha acomodado al paso del tiempo. Ha cambiado con nosotros, a pesar de nosotros, ha seguido su propio destino de ser vivo. Aquella Salamanca de rosarios de la aurora, de ambiente gris, vivida entre visillos, de ferias y procesiones, de guardias y ladrones, de canicas, de pídola o ‘tirable’, de niñas cantando “ tiro mi pañuelo al suelo, y lo vuelvo a recoger”... ¿Tiene algo que ver con la Salamanca bulliciosa, variopinta, invadida y cohabitada, recorrida, pateada, una y mil veces?. Aquellos eternos y rituales paseos a la Plaza Mayor, siguiendo el sentido de las agujas del reloj o viceversa, se ha transformado en una plaza multicolor, variopinta, de gentes y horas distintas, llena de corros jóvenes que charlan, beben, descansan, duermen. Se ha llenado de ‘saltimbanquis’, de grupos de turistas que escuchan atentos los comentarios del o de la cicerone...
Somos ‘presuntos implicados’ cantando “... y como hemos cambiado / que lejos ha quedado...”, quedando tan cerca. Desaparecen edificios que estuvieron ahí ‘siempre’, y siempre es para nosotros un edificio – "Gran Hotel" – que no llegaba a 80 años. Hay otros más antiguos que se rejuvenecen, los hay que necesitan ser apuntalados, pero la ciudad sigue ‘haciéndose’, equivocándose – más bien equivocándola – , a su modo, de acorde con tiempos y gentes nuevas.
Pero ahí siguen estas fuentes, estos 'pilones', viejas y nuevas estatuas. Salamanca la antigua, Salamanca la nueva. El viejo yo, nuevo, o el nuevo yo, antiguo.
Agua con figuras
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