Cerezas y tirolina

Decía el saber popular, y si no lo decía, lo digo yo, que las ideas son como las cerezas, tiras de una y vienen otras – siempre que las cerezas tengan rabo, claro -. No se puede tener ideas ‘picota’, porque entonces se fastidia el dicho. Esta tontería, para decir que esta mañana hablando con alguien que alumbra mi ignorancia muchas veces, me dio el nombre de ese ‘deporte’ que nos ha instalado el Ayuntamiento en un bosque cercano al faro de Cabo Mayor. Y es que en el periódico de ayer venía una foto del edil deslizándose por un cable, tendido entre dos árboles, armado con su arnés y sujetando con sus manos la polea.

Ignorante de mí ignoraba que ese arte, deporte o lo que sea, que había visto en las películas, se llamaba ‘tirolina’. Y ahí viene lo de la teoría de las ‘cerezas’. Al fin y al cabo el lenguaje de Internet, no hace más que apoyar esta teoría. Ese lenguaje que llaman HTML no es más que una manera que tienen los anglosajones de poner nombres raros a las cosas más simples: ese HyperText Markup Language o Lenguaje de Marcas Hipertextuales, no son más que los rabos de las cerezas que nos llevan de una idea a otra.

Es cierto que este viaje de texto en texto puede ser agotador si uno no tiene claro las ‘cerezas’ que quiere comerse. Así que de ‘tirolina’ me fui al Tirol, que es de donde proviene el nombre, luego me enteré de las leyes físicas sobre las que se basa este juego de fuerzas. Dicho de otro modo, recordé mis nulos conocimientos de las leyes que rigen la física, por muchos esquemas que me pusieran. Resultaba entretenido eso de manejar letras mayúsculas, poner signos, abrir y cerrar paréntesis y demás virguerías que siempre se escaparon de mi mente poco razonadora. Preferí dedicarme al juego de las palabras que se me da mejor. Lo de ‘tirolina’, me trasladó a unas remotísimas vacaciones cuando veía a chicos y chicas mayores cantar y bailar aquel boom veraniego: “Arriba con el tiruliruli- ruli! Abajo con el tirulirulero!” (Lástima que no encontrara toda la letra)

Y ya ven, tanta cereza, ha conseguido que no hablara de lo que quería hablar, que esta mañana me había llamado la atención que los primeros usuarios del ‘ecoparque’ eran niñas y niños de seis o siete años. Los rodeos que he dado para contar eso tan sencillo y tan simpático.

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