Nicolás se pone a la cola

Hoy muy de mañana me he topado con mi amigo Nicolás. Colás, para los íntimos. Precisamente venía de hacer la famosa cola del DNI. Y es que esta España de los adelantos, los progresos del AVE y de las ‘aves’ que para visitar las obras se hacen construir un helipuerto en un campo de naranjos, aún hay colas a las que va Colás, mi amigo.

Que a estas alturas tengas que estar a las ocho haciendo cola para coger un número que te indicará que hacia las doce te podrán renovar tu DNI, es una muestra de lo avanzado de nuestra Administración. Pero no era esa la observación filosófico-sociológica que me comentaba mi amigo Nicolás. Mientras tomábamos un café me hizo unas observaciones en las que yo no había reparado.

-No sé si te habrás fijado, me dijo, que los españoles llevamos muy mal eso de 'hacer cola'. En primer lugar, se diría que nos degrada el simple hecho de ponernos detrás de otro. Digo otro, y digo mal, porque las colas españolas no son de fila de a uno, como en la mili, sino de varios detrás de varios. Porque si llevamos ya mal el hecho de ir detrás de alguien, no te digo nada la humillación que supondría tenerte que alinearte en fila de a uno.

A este propósito me habló de algo que le sorprendió bastante durante una estancia en el Reino Unido. En la pérfida Albión - nuestro orgullo hispano suele buscar las cosquillas de los extranjeros para ponerlos detrás de nosotros – si por cualquier causa se produce una pequeña aglomeración de personas, por menos que canta un gallo, se organiza una cola de las de verdad, de las de uno detrás de otro.

Otra de las astucias de algunos españoles, los italianos también en esto son maestros, es la de colarse en la cola. Siempre hay algún listillo que no aguanta eso de ser una oveja más del rebaño, y en cualquier descuido, ¡zás, se cuela! El caso es que ese hecho que en cualquier otro sitio medianamente educado en ciudadanía, sería más bien motivo de sonrojo por faltar al respeto de los que está haciendo el sacrificio de su tiempo y su paciencia, el avispado que se ha colado presumirá ante los amigos de su hazaña. Y sus colegas celebrarán ufanos el espabilo del colado.

Hay toda una serie de argucias que utiliza el ‘genio’ español para eludir las diferentes colas, según se trate del mercado, la parada del autobús, la taquilla de un espectáculo, o una gestión administrativa. Si se trata de la compra en el mercado siempre habrá el señor, más bien la señora – por simple diferencia de ‘cuota’ – que dirá: “ Es un momento, llevo dos cosas, y tengo que ir a buscar los niños al colegio...” Luego, ni son dos cosas y además los ‘niños’ están ya en la Universidad. Si es la cola del autobús, ahí es el que primero suba, porque no hay cola que valga. Y los hay, ayer vi un ejemplo, que aprovecha la distracción del conductor para colarse por la puerta del centro sin pasar por taquilla. Si se trata de una gestión administrativa, siempre puede haber un funcionario o funcionaria que se sienta en la obligación de hacer un favor al amigo.

Según mi amigo Nicolás Colas, cuando hoy vuelva, a las doce, a seguir esperando el turno 123, se entretendrá analizando todas las hispanas estratagemas para obviar las colas. Está seguro de que tendrá muy buena venta, aunque pensándolo bien, aquí cada cual se tiene bien aprendida la cartilla

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