¡Qué culpa tienen las chufas!

  • Evocaciones

Ya sé que estamos de vacaciones - algunos, de vacaciones ‘ad perpetuam...’- , y resulta de mal gusto evocar recuerdos escolares. Lo que pasa es que en esta isla cada vez se respetan menos cosas cuando al Náufrago le apetece recitar su pertinaz salmodia: evocar hechos pasados. Sean benévolos con él, al fin y al cabo, es su segundo corazón el que evoca y habla.

Y es que a veces, como ayer con el ‘aro’, cualquier nimiedad le retrotrae a momentos vividos. Debe de ser cosa normal, cuando al mirar hacia delante y hacia atrás ves que el trecho delantero se hace cada vez más estrecho, mientras se va alargando el tramo recorrido. Es una evocación de vida, más que de nostalgia. El haber vivido, te proporciona al menos lecciones que pueden ser válidas y de provecho para recorrer más lúcidamente el camino que reste. Se trata sobre todo de usar el retrovisor vital para no tener demasiadas sorpresas con lo que va delante. Vaya, ya me he enredado, como siempre.

  • Nuevas costumbres
Quería decir, que hoy en día, en tiempos de abundancia y de consumo, las costumbres escolares son bastante diferentes de aquellos años de miserias de posguerra interminables. Hoy, las chicas y los chicos entran y salen del Instituto en sus horas de recreo, lo aprovechan para visitar la ‘cantina’ del Instituto o se reparten por los bares o tiendas de chucherías de la zona. Allí, según los gustos, se zampan un bocadillo de tortilla, a lo “Chez Jean”, se toman un donuts, una caña de chocolate, una bolsa de gusanitos o de palomitas, o dan cuenta de palmeras y toda la bollería que se ponga al alcance. A veces, cuando te cruzas con algún jovencito de ésos, en edad crecedera, te puedes topar con un bocadillo, ‘así de grande’, tras el cual aparece una boca enorme en trance.

Y ahora va la ‘comparanza’. Recuerda el Náufrago, que los Hermanos Maristas no dejaban salir del recinto escolar en horas de recreo, y ay de aquellos que ‘formaran corrillos’ durante el recreo. ‘Vete tú a saber qué ‘secretos’ estaría comentando su adolescencia’. Así que había que jugar a algo. Para eso había un patio enorme donde darle a las pelotas. Eso, si no te hacían recorrer el perímetro del recinto recreativo, dando vueltas al patio, por cualquier ‘incumplimeinto’ en las clases anteriores.

  • Las chufas de la señora Engracia .
Pues allí, en aquel santuario de virtudes, disciplinas y estrecheces, no había ni bar, ni cantina, ni tiendas donde comprar caprichos ni chuches. Sólo, a la entrada, se hallaba una señora de pañuelo a la cabeza, toquilla y falda larga, que a su lado tenía una cesta de mimbre que albergaba, palos de regaliz, o regaliz ‘regalizado’, chufas secas o remojadas, algún chicle, chochos (altramuces) y alguna golosina más. Era todo el surtido del que los chicos del cole se podían surtir para matar, o al menos herir, el hambre de aquellos años.

Hoy, sin saber cómo, vi que mi hijo mayor, doblada ampliamente la edad adolescente, al hacer la compra, había decidido traer chufas a casa, y las había puesto en un cuenco con agua. Al levantarse, el Náufrago vio aquellas chufas, y sintió un poco la sensación de Proust con su socorrida magdalena... Cual nuevo Adán, no pudo resistir la tentación de probarlas. Hacía años, docenas de años, que no había vuelto a comer las chufas como las que vendía la ‘señora Engracia’. Cogió una, pensando quizá que al probarla volvería a sentir aquel mundo de sensaciones distintas asociadas a este tubérculo. La mordió, y enseguida sintió un gran desencanto, aquella trufa sabía sólo a trufa y la notó áspera, reseca, menos dulce que las trufas de sus recuerdos. Es más, no fue capaz de acabar de degustarla y echar a la basura las asperezas que no era capaz de digerir.

  • No vuelvas a las chufas de antaño
Entonces encontró la lección de la trufa: “No vuelves nunca con tu corazón de ahora a tus chufas de antaño". Nada volverá a ser igual. Ni tú, ni las chufas, sois los mismos. No se te ocurra nunca tratar de revivir el pasado. Ese ‘tiempo’ ya no existe. No volverás nunca a bañarte en las mismas aguas, aunque te parezca que el río sigue siendo el mismo. No regreses nunca adonde fuiste feliz, la vida tiene un solo sentido, hacia adelante.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Son mis "sentires" aunque mucho mejor contados.
Bicos
Douce ha dicho que…
Son los 'sentires' de cualquier que haya vivido un poco. Lo que ocurre es que algunos se resisten a reconocer esa realidad.

Afortunadamente, siempre hay la posibilidad de que nazca un corazón nuevo.

Lo dice una perrita experta, aunque yo soy de amores fieles.

Guauusss!

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