La confesión de una princesa ‘afortunada’.

CARMENCITA ESTÁ LINDA LA MAR

A doña Carmen Calvo, en su nueva singladura.

Carmencita, está linda la mar
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Carmencita, te voy a contar
un cuento.

Esto era un ZP que tenía
un palacio de diamantes,
un escaño hecho de día,
un rebaño de elefantes,
un puesto muy cerquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita
tan despierta, Carmencita,
tan despierta como tú.

Una tarde la princesa
vio un sillón aparecer;
la princesa era traviesa
y lo quiso ir a coger.

Lo quería para hacerse
un precioso prendedor,
con un verso y una perla,
y una pluma y una flor.

Las frailas ferverosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a ocupar la ansiada silla
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo bueno es que ella iba
por el favor del papá.

Hasta aquí, con permiso de don Rubén, el cuento de hadas. Al bajar de la luna y más allá, la princesa abrió su boquita de fresa y en su ingenua ineptitud reveló la verdad de su sueño:

“Estoy muy feliz. Yo soy una mujer muy afortunada. En política he estado casi doce años, haciendo política ‘cultural’: ocho años en el Gobierno Autonómico de mi tierra y tres años largos de Ministra. Ahora cambio de poder en el legislativo, pero soy una mujer muy afortunada. Me siento muy agradecida porque la sociedad me ha dado la posibilidad de servir a mi país y es lo que voy a seguir haciendo.”

Una breve confesión. No hace falta ser un agudo analista para ver el retrato que de sí misma y de su cultura hace. Esa insistencia en sentirse ‘feliz’, ‘afortunada’, ‘agradecida’, parece revelar la distancia abismal que existe entre la realidad y la generosidad que con ella ha tenido la fortuna de los favores políticos. Ese vaivén de ‘poder en poder’ que maneja como un juguete que le ha caído en sus manos, el agradecimiento a entes inasibles que le han concedido la ‘posibilidad de servir a su país', como si fuera su predio, la exhibición de los distintos ‘poderes’: ‘tres años largos de Ministra’... Son todo un retrato de una persona a la que esa ‘droga’ alucinante, la ha alejado de sí misma a años luz de distancia.

Un debate congresual en tales manos, debe de ser un espectáculo digno de contemplarse.

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