Santander, ciudad abiErTA

No es la primera vez que estos ‘turistas’ visitan la ciudad. Al contrario de otros visitantes que compran algún recuerdo de su visita a la ciudad o a Cantabria, estos otros peculiares viajeros acuden a la ciudad a dejar su macabro ‘souvenir’. Todavía siguen vivos sus ‘regalos’ de destrucción en el aparcamiento que saltó por los aires una tarde de agosto del 2002. El aeropuerto, el edificio de los Ministerios,
el muelle, la sangrienta rotonda de la Albericia donde estalló un coche bomba que robó la vida a tres personas y causó 21 heridos... la ciudad está ‘marcada’ con la negra cruz de la destrucción y de la muerte, son testigos de su paso por esta ciudad.

La última ‘visita’ aún no ha terminado. Es posible que estos amables visitantes vuelvan a terminar su tarea. La propia policía afirma que el riesgo de atentado “es hoy, el mismo que era ayer y el mismo que era anteayer. De ahí que todos debamos mantener la guardia alta”.

Si las cosas ocurridas , hace que la gente se piense antes si debe dejar su coche en un aparcamiento público, si mira con recelo cualquier edificio oficial, si en cualquier rotonda puede saltar por los aires algún coche hace que un ligero temor le haga sentirse menos libre en sus paseos ¿ Cómo pueden vivir las personas que en el País Vasco, pueden ser ‘objetivo’ de la ‘lucha armada’? Deberíamos pensar más en ellos, ponernos aunque sea emocionalmente en su piel, sentirnos solidarios. Que las emociones no terminen unos pocos días después de aquel 12 de julio de 1997, cuando Txapote, el de las patadas y gestos amenazantes, descerrajara dos tiros de su Beretta sobre la cabeza del cuerpo arrodillado de un joven de 29 años. Se llamaba Miguel Ángel Blanco Garrido, nacido en Ermua, Vizcaya, asesinado en Lasarte.

Eran casi las 5 en punto de la tarde.

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