Salamanca, mañana.

Mañana , si los dioses lo permiten, viajaré de nuevo a Salamanca y volveré a gozar de la apacibilidad de su vivienda, del bullir de sus calles, de las distintas horas de su Plaza. Volveré a recorrer la rutina de sus calles y las mías. Miraré con ojos nuevos lo que vieron ojos niños. Cada vez que vuelvo, veo a mi ciudad desde mí mismo. Ella es la misma , pero ha cambiado, yo soy el mismo, pero también mudado. Dos viejos amigos que se reencuentran con nuevos ojos: los mismos, pero diferentes.

Esta ciudad que vio pasar a tanta gente, siendo la misma , es distinta. Es la de Lázaro y es la de esos muchachos que se sientan en medio de su plaza a charlar, a beber, a descansar, a henchirse de sol, y del dorado de sus piedras. Es la clerical y la más mundana, la monumental y la más moderna, la rural y la más cosmopolita, la de más rancias costumbres y la más abierta.

Sé que me recibirá con los brazos bien abiertos, como recibe a todos las que la visitan, pero sé que tendrá para mí más atenciones, no se recatará para mostrárseme más íntima.

Hasta mañana.

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