Una visita a Canilandia

By DOUCE



Ayer mi papá me tenía reservada una sorpresa. Me invitó a subir al coche y me llevó hasta un sitio muy extraño, eso que los humanos llaman cementerio. A mí aquello me parecía un poco raro. Cuando llegamos, él se bajó del coche y me dejó dentro, con la ventana abierta y vi que se dirigía a un señor que andaba por allí vigilando unas obras.Aprovechando que tenía la ventana abierta yo salté y me puse a corretear por allí, había un sitio que había muchas flores. Mientras, mi papá seguía hablando con el señor que hacía muchos gestos con las manos como indicando no sé qué direcciones. Yo andaba un poco mosca y quería salir pitando de allí lo antes posible por si acaso.

Después de un rato dejaron de hablar. Parecía que, al fin, mi papá había comprendido las indicaciones de aquel buen hombre. En realidad, no estaba muy segura, porque es un poco torpe para eso de orientarse. El caso es que al final volvimos a subir al coche, bajamos una cuesta, giramos a la izquierda y al llegar a un cruce de caminos seguimos también hacia la izquierda. Yo seguía atenta la jugada porque todos esos movimientos se correspondían con los gestos que había hecho el informador. Pasamos por delante de una iglesia, seguimos de largo e hicimos lo mismo con otro cementerio, éste más pequeño. Unos metros más allá, pudimos ver un recinto bastante extenso, protegido por una alambrada. Primero vimos una especie de jardín con pequeñas casetas y otra más grande. A la izquierda, asentadas en la falda de una pequeña colina podían verse tres filas de casetas más espaciosas que las de la entrada.

Detuvimos el coche cerca de la puerta y al acercarnos a lo que parecía la puerta ,una tropa de perros acudió a recibirnos con una sinfonía de ladridos de diferentes tonos y cadencias. Los ‘recibidores’ eran por lo menos quince o veinte de todas las razas y tamaños. Otros seguían durmiendo su siesta, y un grupo de cachorros jugueteaban en un recinto especial para ellos y parecían no haberse enterado de nuestra llegada. Los otros seguían ladrando y como aquellos ‘amigos’ estaban del otro lado de las rejas ,yo también me puse a ‘saludarles’ ladrando, tratando de indicarles que no se pusieran así que veníamos en son de paz.

Unos minutos más tarde, alertada por tanta voz de alarma, se acercó un chica joven, sonriente. Otra docena de perros más la acompañaron a la puerta con lo cual el ‘concierto’ subió de tono. Poco a poco viendo que la chica hablaba con nosotros amigablemente mis amigos entendieron que no éramos asaltantes, sino gentes de paz.

Mi papá le explicó el motivo de la visita. Le habló de mi, que también había pasado por eso 'internado¡ hasta que mis ‘hermanos’, o sea, los hijos de mi papá, me sacaron de allí una mañana de julio de hace… ¡bufff! ¡Hace ya nueve años! La chica le indicó que en realidad el ‘hotel’ no era el mismo que aquel en que yo había pasado unos días horribles. Aquél había sido derribado y ahora habían ampliado el recinto, construido las casetas que se asentaban en la falda de la montaña, donde residen los perros menos ‘sociables’ o que pueden perturbar la tranquilidad de estos otros que habíamos visto y que están libres, para pasear, jugar, descansar y cosas de ésas que nos gustan a los perros.

Estuvieron un buen rato hablando. Yo escuchaba algo, de vez en cuando, y luego me iba por allí a inspeccionar los alrededores. Mi papá hacía muchas preguntas sobre de dónde sacaban el dinero para mantener a todos esos amigos míos – 270 están acogidos en este hotel -, qué problemas tenían, cómo llegaban allí todos esos perros… La chica se lo explicaba todo al preguntón de mi papá, le contaba lo mucho que le gustaba lo qué hacía, la pena que sentían cuando alguno sufría, se les moría o tenían que despedirse de algunos para que sufrieran lo menos posible… Un montón de cosas. Al final le dio mis datos y el nombre de César que es el que se había hecho responsable de mi adopción, y la chica quedó en llamarle por teléfono cuando hubiera encontrado mi ‘ficha’. Nos regaló una revista donde cuenta en qué consiste su labor, consejos a posible adoptantes, historias, muchas historias de perritos como yo. La revista, felizmente, está llena de anuncios de instituciones, comercios, empresas, restaurantes, hoteles, librerías y hasta de asesores de imagen. Con ese dinero y los que le da el Ayuntamiento y alguna consejería, más las cuotas de los socios, pueden mantener a mis amigos en condiciones mucho mejores que las que yo conocí o padecí.

Mi papá y yo nos marchamos de allí sintiéndonos muy bien por dentro al ver cómo hay todavía gente a la que se le puede llamar humano sin sentir vergüenza. Mi papá me ha prometido que me leerá las historias de la revista y que volveremos a hacer una visita a mis amigos y a sus cuidadoras para llevarles algún regalo.

Direcciones:

ASPROAN - Asociación para la Protección de Animales y Plantas de Santander
Santander
Contacto: 639 00 72 19 info@asproan.org
Cuenta: 0049-5671-78-2716001521 (BSCH)

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Comentarios

pilar ha dicho que…
Uno de los perros que llegaron hasta mi tambien salió de ese mismo refugio.
Oso creo que tambien salió de allí hace nueve o diez año.Sabes si conservan las fichas de entonces.

Bicos
Anónimo ha dicho que…
Hola Pilar,

La chica que nos atendió nos dijo que buscaría los datos de Douce, a través del nombre de mi hijo que figura oficialmente como 'adoptante'. Nos prometió que cuando encontrara su ficha nos llamaría por teléfono.

Estoy esperando su llamada, si la recibo te lo comunicaremos. Entonces sabremos si podemos averiguar algo de Oso.

Bicos de Douce y míos . Un saludo cariñoso también para Bartolo,cuando lo veas, para Lucas y toda esa familia tan numerosa que tienes.

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