España sigue bien

¿POR QUÉ LO LLAMAN FRACASO 'ESCOLAR'?

Tener y mantener un blog, tiene muchas más ventajas que inconvenientes, claro que en esto, como en todo, no se pueden hacer afirmaciones de carácter general. Cada cual es cada cual y sabe, o no tiene del todo claro, lo que le conviene. Hecha esta premisa, que no se sabe si viene mucho a cuento, el Náufrago pasa a dar cuenta el motivo central de esta entrada.

El caso es que leyendo ayer la prensa local se encontró con un titular que, como viejo trabajador de la cosa o de la causa, le llamó la atención. Decía así el titular, a cuatro columnas:" Educación reduce 5'6 puntos el índice de fracaso escolar en Cantabria". ¡Coño, tate!, se dijo para sus adentros el ex profesor jubilado ¿y si esto fuera debido a que algunos ya no participan en los éxitos y los fracasos? Pregunta retórica simplemente, pero que esto de los éxitos y los fracasos se traduzca en cifras y estadísticas, siempre le ha hecho sospechar del valor de los dígitos en asuntos tan complejos. Es sabido que esto de reducir la realidad a cifras y porcentajes, interesa mucho a los gobiernos y a los periodistas, porque es una manera de simplificar. No interesa demasiado investigar qué es lo que de verdad hay detrás de eso. De ahí, que al Naufrago le chocara un poco el titular. No hace aún el año en que dejó las aulas y, o mucho han cambiado las cosas, o aquí hay algo de trampa.

Dice el periodista redactor del artículo, supongo que recogiendo lo que le han contado, que " La tasa del fracaso escolar se mide por el porcentaje de alumnos que logran el título de la ESO, que en el último curso se ha situado en Cantabria en el 83'6%, frente al 78% del año académico 20002/03". Vale. El hombre ha cumplido con su misión: repetir lo que le dicen y que puede ser verdad o no tanta. Adonde ya no llegan la curiosidad ni el interés periodístico es a cómo se consiguen esas cifras. Tampoco los que se lo dicen le explican qué es lo que han hecho para alcanzar ese logro. Ahí es donde comienzan las dudas del ex-profesor, porque sabe un poco cómo pueden 'maquillarse' los fracasos y hacer creer lo que a lo mejor no es tan hermoso.

Puede ocurrir que esas cifras se puedan lograr 'sugiriendo' o forzando un poco a los profesores que discuten en una mesa al final del curso quiénes merecen de verdad ese título. Ese 'papel' es lo menos que se exige ahora a un ciudadano para abrirse paso en la jungla de la ocupación y del trabajo. Puede que haya profesores que no tengan claro si se debe o no decir que han alcanzado el ‘mínimísimo’ exigible. Los alumnos que llegan a este punto, unos lo hacen por vías 'normales' o por 'atajos' que, mereciendo todos los respetos, no son equiparables. Sucede también que los que siguen la vía 'normal', pueden 'pasar' con dos, tres asignaturas y a lo mejor alguna más, si previamente se presiona un poco al profe más benévolo. Puede darse el caso, que hasta se conceda el título, bajo condiciones de, a ser posible, no seguir mendigando en etapas superiores.

Pero hechas estas 'suposiciones', basadas en algunas realidades, vamos a creernos las cifras periodísticas y oficiales. Seguro que estas cosas son las que les gusta airear a las autoridades educativas que están para eso, para exhibir 'logros' ajenos. De todas formas cada uno es libre de engañarse como quiera. Tampoco pasaría nada por decir que la Escuela, por mucho interés que pongan muchos profesores y los hay que, a pesar de muchas dificultades, se lo 'curran a modo', no puede hacer milagros con lo que la sociedad secreta (de segregar, no de secreto). Y no parece que en este aspecto podamos asegurar que vamos progresando. Podemos hacer más casas, vender más coches, gastar más dinero, viajar, comer, buscar la diversión cada vez más lejos... pero no está tan claro que a los muchachos se les hable de esfuerzo, trabajo, responsabilidad, un poquito de respeto y otras menudencias, que no se venden en ningún hipermercado o corte inglés, ni se regalan en navidades o en cumpleaños.

De todas maneras, todo vale si de lo que se trata es de tranquilizar al personal y de que, de otra manera, pero con las mismas o más sutiles mañas, poder decir: "España sigue bien"

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