Sensaciones submarinas

UNA VISITA AL MUSEO MARÍTIMO DEL CANTÁBRICO

- Hola, Douce ¿qué haces por aquí curioseando?

- Curiosear es lo mío, querido. No olvides que soy fémina, de natural curioso. Me gustaría saber qué jaleos te traes con esas fotos y ese folleto que miras y remiras. Me intriga.

- Pues verás, no sé si sabes, quizá no te lo he dicho, que la semana pasada hice una visita, dos en realidad porque repetí, al MMC.

- ¿Y eso qué coño es?, a mí háblame en ‘perruno’, si quieres que te entienda.

- El MMC - los hombres tenemos prisa para todo y tendemos a recortar espacio y tiempo- es el Museo Marítimo del Cantábrico, el más antiguo de la cornisa norte, donde se recoge todo lo relacionado con el hombre y el mar.

- Voy entendiendo. ¿Y por qué lo miras y remiras tanto?

- Pues porque me gustaría expresar todo lo que supusieron las dos visitas que hice y no sé por dónde empezar, porque tendría que escribir casi un libro. Y ni tengo ganas, ni éste es el sitio más adecuado para soltar mi perorata.

- Entiendo, como siempre, aspirando a alcanzar metas lejanas, olvidándote de lo tienes al alcance de la mano. Si no te sientes capaz de expresar toda esa lección de la que hablas, por qué no vas a lo concreto, dices lo que más te impresionó y no tratas de comerte el coco queriendo abarcarlo todo. 'Quien mucho abarca, poco aprieta', me repito yo cuando quiero comerme un trozo grande de lo que sea, por eso lo parto en trocitos pequeños. Di una o dos cosas de ese montón que tienes en la cabeza. Además los que se pasan por aquí no tienen tiempo para leer sesudos estudios. Y mira si eres enredador, que hasta yo misma me estoy armando un lío. Así que abrevia y concreta.

- Te haré caso y en lugar del hombre y el mar, aventuras marineras, de la vida de los pescadores, sus cofradías, las artes de la pesca, los estudios sobre fauna marítima, descubrimientos, construcciones navales y la mar en la historia, te contaré las dos cosas que más tocaron alguna de las fibras sensibles de un Náufrago.

- Adelante, soy toda orejas.

- Mira lo primero que me sorprendió gratamente es que una de las chicas encargadas de guiar a las visitas , se acercó a mí y se presentó como antigua alumna del instituto. Los dos tuvimos que retroceder más de veinte años. Recordaba las clases de francés, me contaba que lo había seguido practicando y que ahora le servía para entenderse cuando grupos de escolares franceses u otros visitantes del país vecino se interesan por algo del museo y le preguntan. La ‘chica’ que ahora tendrá treinta y tantos años, porque fue alumna de los últimos cursos del antiguo bachillerato, contaba animada sus recuerdos escolares…

- Bueno, y a ti te gustó que se dirigiera a ti y te contara que le servía aquello en lo que tú habías contribuidoun poco ¿No es eso? Pues dilo, y no andes con tantos rodeos que hasta yo lo entiendo y eso que no he ido a ningún colegio, ni falta que me hace. Desembucha lo segundo y luego tú y yo nos vamos a dar un paseo. Creo que me lo he merecido aguantándote.

- Vale. Lo segundo que más me gustó fueron los momentos que dediqué a ‘sentir’ el acuario, sobre todo en la gran ‘piscina’ donde viven los ‘grandes’ peces. Casi un millón de litros que se renuevan todos los días. Me quedé embelesado viendo aquel ballet acuático donde pequeños tiburones, rayas, rodaballos, lubinas, durdos, meros, doradas y otros peces, danzan una música hecha de silencio y diferentes ritmos. Asistí a la hora de la comida, cuando el buzo bajó con sus grandes botes a repartir equitativamente la comida. No había disputas, sabían que habría comida para todos y cada cual recogía la porción que le tocaba. Los tiburones, las rayas y los rodaballos esperaban pacientemente a que el buzo se lo diera directamente en la boca porque al tener la boca mirando hacia abajo, no podían competir con los demás que pueden ascender a buscar su parte de pitanza.

A mi lado uno de los guías del museo me iba diciendo los nombres de los peces, me indicaba las características de ese inmenso estanque marítimo, me contaba anécdotas. Decía que a veces, cuando no se lo impedían sus deberes, se pasaba ratos y ratos observando este relajante espectáculo.

- Bueno, creo que ya va siendo hora de que abreviemos. Me ha parecido muy interesante que me hayas contado tus sensaciones con mis amigos submarinos… ¿Qué te parece si volvemos a la tierra y nos damos el paseíto?

- Tú, como siempre, tan ‘práctica’. Ya sé que lo tuyo es tener bien puestas tus cuatro patas sobre tierra firme. De todos modos, gracias por haberme ayudado a simplificar.

- De nada, majete ¿A esto le llamas tú simplificar?


Comentarios

JP ha dicho que…
Yo me quedo, no sé seguirá o lo habrán llevado a la cazuela, con un bogavante que tenía una porrada de años.
Anónimo ha dicho que…
Buenas noches JP

La verdad es que no recuerdo haber visto a tu bogavante. Quizá ya lo hayan encazuelado.

En realidad me gustaron todos, aunque es lógico que me atrayeran algo más aquellos que encontraba más exóticos.Y cuando me enteré que esos 'tiburones' cuyo nombre ya de por sí les da una mala fama, eran tan pacíficos cuando están bien alimentados, me reconcilié con ellos.

¡Ay si los 'tiburones' humanos fueran tan fáciles de saciar en su afán depredador!

Un saludo y gracias por darte una vuelta por la isla.

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