Cartas del vivir

DEL AMOR Y OTRAS SOLEDADES I

Durante unos días el Náufrago ha convivido con Rainer Mª Rilke. Ha leído, releído y anotado dos libros que recogen una parte de su epistolario: “Cartas del vivir” y “Cartas a un joven poeta”. En él se vislumbra todo el riquísimo mundo interior del poeta de Praga. Estas cartas, dirigidas a distintos destinatarios, hablan con lúcida claridad de la belleza, de la soledad, del sexo, de Dios, de la muerte, del dolor que nos purifica, de la confianza en la vida, del amor.

El Náufrago recoge aquí para su propio recordatorio, algunos de los párrafos que ha subrayado para sí, los referidos a la relación amorosa. Más tarde quizá recoja algunos más, referidos al mismo tema y a sus pensamientos sobre Dios, la belleza o la muerte. No va a glosar las palabras de su autor, sería atentar contra su original profundidad y belleza. Sólo situará los párrafos en su contexto.

  • El 17 de agosto de 1901, escribe al poeta Emanuel von Bodman:
"La unión de dos personas es algo imposible y donde, al parecer existe se trata de una limitación, de un convenio mutuo que arrebata a una parte o a ambas su más pleno crecimiento y maduración."
  • 29 de abril 1904 a su cuñado Friedrich Westhoff:
“Toda vida en común sólo puede consistir en fortalecer dos soledades vecinas, y que todo lo que se suele llamar don de sí, abnegación, perjudica esencialmente al corazón de la vida común: pues si uno se abandona, ya no es nada, y si dos seres renuncian a sí mismos para encontrarse, ya no hay suelo bajo sus pies, y su vida conjunta es una caída.

Vivir es justamente transformarse, y las relaciones humanas, que son lo esencial de la vida, son lo más mudable de todo, lo más fluctuante, y los verdaderos amantes son seres en cuya relación y contacto ningún momento es idéntico a otro: seres entre quienes nunca tiene lugar algo habitual, algo que ya ha existido alguna vez, sino lo puramente nuevo, lo inesperado, lo inaudito…
  • 26 de noviembre 1907 A Mimí Romanelli (corresponsal en Venecia en cuya casa se hospedó durante una gira de conferencias en Praga, Breslau y Viena)
"Después de todo lo que hemos hablado, de todo lo que hemos experimentado juntos estos días, es natural que la ame. Hemos de volver a esta palabra su antigua grandeza: por eso la digo; de lejos, porque me he desposado totalmente con mi soledad; de cerca porque aquellos que amo me ayudan infinitamente a soportarla”
  • 11 de mayo 1910 A Mimí Romanelli
"…Por primera vez, pienso en usted con un sentimiento que sólo es amargura. Si es así, la culpa es mía, pero también suya, querida mía: En vez de aprovechar mi fuerza, se apoya usted en mi debilidad y destruye, haciéndome violencia, lo que yo hubiera querido darle gustosamente.

El único daño que nos podríamos causar sería atarnos uno a otro, aunque sólo fuera por un instante. Me marcho disperso, cansado, lleno de reproches hacia mí mismo. … Créame, la influencia y consuelo que mi alma podrían transmitir a la suya no dependen del tiempo que pasemos juntos, ni de la fuerza con que nos retengamos, es un fluido que hay que dejar en perfecta libertad para que pueda actuar.

No olvide nunca que pertenezco a la soledad; que no he de tener necesidad de nadie; que incluso toda mi fuerza nace de este desapego, y le aseguro, Mimí, suplico a los que me aman que amen mi soledad; de no ser así, tendría que esconderme a sus ojos y a sus manos como un animal salvaje que se esconde de la caza de sus enemigos.”

Comentarios

Campu ha dicho que…
Interesante tema, Douce...

Y una vez leí:

En el fondo, además, siempre estamos solos. Más solos que la una y a casi cualquier hora, pobres o ricos, sanos o con hernias. Proust escribía: “Nos comunica alguien su enfermedad o su revés económico, lo escuchamos, lo compadecemos, tratamos de reconfortarle y volvemos a nuestros asuntos. ¡Qué solas estamos las personas!”.

¿Qué te parece?...
Campu ha dicho que…
Por cierto, recomendable la película que lleva por título esta soledad...
Anónimo ha dicho que…
Creo que en el fondo de nosotros mismos hay un poso de soledad radical, al que no llegan ni siquiera los que más nos quieren.

También es cierto que, como dice el autor de esas cartas: "aquellos que amo me ayudan infinitamente a soportarla”

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