El mirlo del jardín

ANDANTE CANTABILE

Esta mañana, mientras Douce hacía la ruta de sus olores matutinos y otros menesteres, el Náufrago se fijó en un mirlo que con su pico buscaba entre las hierbas del jardín algo que llevarse a la boca, a falta de higos, ciruelas o cerezas que no existen. Se detuvo un momento observando los meneos que le pegaba a las briznas de hierba sacudiéndolas con su pico. Desde hace algunos días le tenía intrigado saber desde qué árbol lanzaba al aire sus claros y briosos sonidos. El Náufrago miraba a los tejos, a los cipreses o a los plátanos pero no acertaba a verlo.

Hoy, en el suelo, ocupado en su particular batalla con la hierba, se detuvo a seguir más de cerca sus trajines. Así estuvo un rato, admirando lo bien conformado de su cuerpo y pensando en la autosuficiencia con que se mueve por la vida. No necesita coche, barco o avión para desplazarse, vuela de de árbol en árbol, de rama en rama, a conveniencia. No tiene horario de trabajo, y tampoco demasiados problemas con la vivienda que le agobien… Se sentía contento de haberlo podido localizar, por fin, después de que con su sonoro cantar llenara de música el jardín y los alrededores, con su canción de éxito de esta primavera.

Así pasó un buen rato, hasta que Douce regresó de sus olores. Entonces, en dos etapas, voló primero hasta la verja y de allí emprendió el vuelo hacia el tejo, buscando quizá alguna baya.


Comentarios

JP ha dicho que…
Seguro que para el mirlo no son venenosas las bayas del tejo, que sí para nosotros, al igual que todas nuestras preocupaciones, el estres, la salud, la sociedad, las obligaciones econónomicas. Sí, ya sé que el mirlo vive menos, pero en momentos nos cambiaríamos por él.
Anónimo ha dicho que…
Gracias por tu comentario.

Quizá lo importante no sea 'cuánto' tiempo vivimos, sino 'cuán mirlonamente' lo vivimos.

Un saludo

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