Apostasías documentadas

“LOS OBISPOS QUIEREN QUE LOS APÓSTATAS RENUNCIEN A LA FE ANTE SUS DIÓCESIS.”

Es relativamente fácil conmover a un Náufrago, si entendemos el vocablo en su más amplia extensión: “perturbar, inquietar, alterar, mover con eficacia el ánimo”, positiva o negativamente.

Lo que hoy le ha ‘conmovido’ es un titular periodístico, y sobre todo una palabra, “apóstata”. Ambos han revuelto ese capa profunda donde reside nuestra fragilidad y desamparo de seres humanos que , de una manera u otra, tratamos de suplir nuestro hondo desvalimiento confiándoselo a un Dios, a las religiones, a la belleza, al amor, a la razón o a la descreencia. Son todas formas de mitigar la terrible soledad que nos conforma.

La forma más común ha sido, y sigue siendo en gran medida, entregarse a uno de los dioses que sirven las diversas religiones. Sabido es que cuando aparece alguna ‘necesidad’, surgen inmediatamente los intermediarios. Bajo distintos nombres: sacerdotes, ministros, profetas, salvadores, predicadores, se autoproclaman mediadores entre el Hombre y el Dios-Necesidad. Entonces dictan normas, imparten sacramentos, anuncian castigos o prometen paraísos, para tratar de subvenir a la Necesidad.

Pero volvamos al titular: “Los obispos quieren que los apóstatas renuncien a la fe ante sus diócesis.” La palabra “apóstata” siempre ha ‘conmovido’ ‘perturbado’, ‘alterado’ los cimientos emotivos de todos los naufragios. Si atendemos al significado de la palabra nada hay que se refiera a extrañas connotaciones. La palabra “Apostasía” (απο-στασις) está formada por el prefijo ‘apo’ que indica ‘alejamiento’, ‘separación’, ‘abandono’, y ‘stasis’: ‘colocarse’, ‘mantenerse’. El apóstata es el que se separa de aquello a lo que se mantenía ligado.

Nuestros ‘queridos’ obispos, y en este caso lo de ‘queridos’ no está desprovisto de una buena dosis de sarcasmo, proclaman – transcribo- : “Es una lástima que la gente quiera apostatar, pero entra dentro de la libertad de cada uno, lo único que pide la Iglesia es que este proceso no sea algo meramente fabricado… Usted va a la curia, 'se habla y se razona'. Y si la persona en cuestión mantiene invariable su actitud, ‘se hace el documento y punto’”

Un lenguaje muy eclesiástico, de aquel que se siente con poderes y derechos sobre la libertad de sus ‘fieles’. Como si esta desafección, alejamiento o abandono fuera una cuestión de la que hay que dar cuenta y dejar constancia en un ‘documento’ oficial.

Entraríamos en una serie de interrogantes de los que no hay por qué dar explicaciones. ¿Quién pidió permiso para apuntar en la ‘Fe oficial’ en otro documento? ¿Quién dictó los dogmas, llenó de mandamientos, ofreció premios o amenazó con castigos en nombre de un Dios creado por ellos? ¿Por qué hay que dejar constancia de un desafecto, de abandono de una creencia que a lo mejor nunca existió realmente? ¿Tanta desconfianza les inspira el Dios en que dicen creer para que necesite ‘papeles’?

No es ése el camino que contenga determinadas hemorragias. Hasta existen otros modos de que el hombre colme sus ansias de trascendencia, sin normas, ni dejar constancia en ningún documento.

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