Reflexiones a últimas horas de la tarde

Una tarde veraniega, cuando ya se han ido casi los calores, darse un paseo recorriendo la costa, lejos del bullicio que se forma en torno a las playas más concurridas, puede ser sosegador, gratificante. Es la hora de dejarse prender por el paisaje, que sea él el que se te meta por los ojos y que te inunde por dentro. Son las siluetas del Palacio de la Magdalena , de la Isla de Mouro o la más lejana de Peña Cabarga, pero son también esos veleros que regresan o esos otros yates que inmóviles aprovechan las penúltimas luces de la tarde...

Me gusta esta libertad que concede el verano , dejar que cada cual encuentre su forma particular de entretener o alimentar su tiempo. Me gusta no tener deberes y sentirme libre para pasear, leer, olvidarme de todas la noticias que me irritan, que duelen de impotencia, las que nunca podré comprender, las que me parecen hueras , estúpidas... ¿Por qué en los peródicos de verano no dan alguna noticia tierna? ¿Por qué los nuevos periódicos digitales buscan lo más chocante, lo más insólito, lo más aburrido, los temas de siempre...?

Tengo mis propias respuestas pero en este momento no quiero oírmelas. Prefiero recordar el diario de César Simón que terminé de leer hace algunos días, prefiero revisar algunas frases que subrayé , al menos no suenan a vacío, son pensamientos o mejor, son 'sentimientos'.

"Yo no escribo un diario porque sea alguien, sino precisamente, porque no soy nadie. Pero nadie no es ni el hombre del traje gris, ni el que quería ser alguien y no lo ha conseguido. Nadie es el que no ha ambicionado un currículo, ni social , mi profesional; es quien ha vivido la vida profunda, que no es posible si no se camina en silencio, en secreto y al margen pero en la cumbre.

... Pienso en el diario, un diario posible. No un diario de experiencias literarias. Tampoco exactamente, de la vida espiritual. ¿Qué , entonces? El latido..., en un entorno. Casi un diario de la carne... En mi caso, creo que no hay nada que se parezca menos a mi interior que mi semblante. Toda comparencencia mía es un engaño.

... No existe nada que me maraville menos, pero que resulte más extraordinario, que percibirse existiendo, como yo ahora mismo, mientras hojeo sentado en la cama, todavía vestido, antes de acostarme"

Es esa sensación, sencilla pero intensa de estar existiendo, lo que yo querría subrayar en este momento de la tarde, mientras Douce descansando, también siente la suya, no con el pensamiento, sino simplemente 'viviendo'.

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