Rectificación necesaria y gustosa

DONDE DIJE IGNACIO, DIGO CARLOS EDMUNDO.

Ayer escribí una nota algo precipitada porque quería expresar la satisfacción que me había proporcionado un libro que me habían regalado. Es probable que ustedes no lo recuerden porque en las bitácoras resulta algo difíl reconocer el orden de los acontecimientos, y no es necesario haber leído todas las entradas. Se trata del libro de Carmen Martín Gaite como homenaje a su amigo , compañero de estudios y de otras aventuras. Las aventuras de aquellos jóvenes que en los cuarenta y cincuenta, no tenían un pasado al que mirar y soñaban "Esperando el porvenir". Un porvenir incierto aún, con pocas perspectivas, si no eran las que ellos mismos se abrían a través de la amistad y la escritura. Aquellos "hijos de la guerra" que la habían soportado y padecido pero en la que no habían participado ,observaban ahora entre perplejos, asfixiados y doloridos lo que había quedado en un país destruído, roto, oscuro, en el que era duro abrirse paso, abrir un trocito de luz...
"El barco estaba allí,
trémulo y firme, casi disecado,
sin viajar su carbón"
Un grupo de barcos varados en los mezquinos muelles de aquellos años, oteando el horizonte, tratando de encontrar cada uno 'su' salida aunque en el fondo coincidieran en sus ansias , de libertad, de creación de 'labrarse un porvenir' , a su manera, porque la 'oficial' no era su ruta.

Ayer, equivocadamente, por haberme precipitado a escribir que no estaba confrontado con su realidad porque simplemente había echado una ojeada a las fotos , a la introducción y otras lecturas por encima, atribuí el comentario de Carmen referido a Ignacio que no era en realidad el que yo creía ver en la foto. La imagen correspondía a otro ilustre compañero del grupo, el gaditano Carlos Edmundo de Ory que era el único entre aquellos estudiantes aspirantes a la inmortalidad literaria que tenía un sueldo fijo. Tener un 'sueldo fijo' en aquellos tiempos era un oscuro objeto de deseo y de envidia. A él se refería aquella pequeña anécdota que circulaba entre ellos, maravillados de que aún no le hubieran explusado de la Biblioteca del Parque Móvil en que 'trabajaba' aunque en varias ocasiones llegara a horas intempestivas:

- “Cómo viene usted a las once, si aquí empezamos a las nueve?
- “ ¿ Y cómo quiere usted que llegue a las nueve, si yo me despierto a las diez?

Rectifico gustoso lo que escribí ayer. Demos a de Ory lo que es de Ory, que ya habrá tiempo de saborear otras jugosas anécdotas del Ignacio que se "convertía en foco de magnetismo, por su forma de opinar como al desgaire, sin citas a pie de página, con sus mutacione fulgurantes de humor o por aquella ligereza de contar historias que quedaban siempre inacabadas..." Celebro que esta rectificación haya dado pié a evocar la figura de Carlos Edmundo de Ory a quien también admiro por sus fulgurantes 'aerolitos': " mis muletas, el espanto y el humor"; "mis Máximas, son Mínimas"

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