L’important, c’est la rose l’important.

O LA IMPORTANCIA DEL SABER DECIR LAS COSAS

¿Por qué las mismas palabras dichas por distintas personas o dichas por la misma persona en diferentes circunstancias pueden despertar en nosotros aceptación o rechazo? No son las palabras las que hieren o consuelan, es el tono o más bien desde qué rincón del corazón brotan.

Tengo un amigo que puede decir las más solemnes ‘verdades’, incluso duras, a cualquiera sin que el aludido pueda sentirse ofendido. El interfecto queda desarmado al ver que salen no desde la acusación y el reproche ,sino desde el respeto profundo a la verdad y el humor con que es transmitida.Ante esa táctica los aludidos se quedan sin armas .

Algo de eso me ocurrió a mí hace poco, alguien me llamó “cobarde” con todas las letras y yo que soy consciente de mis valentías y de mis cobardías no tuve más que aceptar la realidad que pudieran tener aquellas palabras. Se me ocurre esto un poco al hilo de lo que leía el otro día en “El arte de amar “ de Erich Fromm:

“Si percibo en otra persona nada más que lo superficial, percibo principalmente las diferencias, lo que nos separa. Si penetro hasta el núcleo, percibo nuestra identidad, el hecho de nuestra hermandad. Esta relación de centro a centro -en lugar de la de periferia a periferia- es una «relación central». O, como lo expresó bellamente Simone Weil: «Las mismas palabras [por ejemplo, un hombre dice a su mujer, `te amo'] pueden ser triviales o extraordinarias según la forma en que se digan. Y esa forma depende de la profundidad de la región en el ser de un hombre de donde procedan, sin que la voluntad pueda hacer nada. Y, por un maravilloso acuerdo, alcanzan la misma región en quien las escucha. De tal modo, el que escucha puede discernir, si tiene alguna capacidad de discernimiento, cuál es el valor de las palabras»

(Simone Weil, Gravity and Grace, Nueva York, G. P. Putnam's Sons, 1952, pág. 117.)

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