" Qué poco significan las palabras..."

Los lectores maduritos recordarán aquellas palabras de Karina sacadas de "El baúl de los recuerdos"... "Qué poco significan las palabras..." Nunca como en los tiempos que corren suena tan apropiadamente esta frase, que por supuesto la cantante aplicaba a otras realidades. Nunca como ahora, en la voz de los políticos, las palabras han servido para expresar cosas tan distintas de lo que parecen querer decir. Nunca, ni en cantidad ni en calidad, el discurso político ha servido tanto a camuflar la realidad.

Desde que el poder político se alcanza más desde las radios, los periódicos y las televisiones que desde los hechos y las realizaciones, los que nos gobiernan (o tratan de manipularnos) se han dotado de un selecto equipo de lingüístas, publicistas y vendedores de aire para hacer creer a la gente ocupada principalmente en ganarse los garbanzos o las gambas, según los casos, que lo negro es blanco, lo grande más bien pequeño, lo peligroso un juego de malabares.

De nuevo nuestros padres griegos y latinos han sido sacados de sus foros y escuelas para poner de moda sus "paralogismos" (Del lat.paralogismus, y este del gr. παραλογισμoς):" Razonamiento falso", sus "sofismas" (Del lat. sophisma, y este del gr. σoφισμα." Razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso") y sus "paralexias" ("trastorno que impide leer con normalidad"). Y no es que sufran precisamente de "dislalia" , aunque algunos, también tienen dificultad para expresarse cuando no leen lo que les han preparado.

Entre el político 'paralogístico' y el 'sofista' hay una importante diferencia, aunque ambos traten de vendernos gato por liebre. El primero lo hace por defecto de luces, aplicación o falta de conocimiento de la realidad y el segundo por astucia, habilidad, por sutileza maligna.

Podíamos poner dos ejemplos: modelo A) o modelo zapatero; modelo B) o modelo rubalcabero. Clasificaciones simplistas y hechas por supuesto a ojo de buen cubero, pero podíamos añadir las modalidades 'maseros', 'eteros', 'lleideros', 'blanqueiros' ... y otros "...eros", poco eróticos. El fenómeno cobra más importancia cuando a 'sofistas' y 'paralogistas' se les juntan los 'paraléxicos', aquellos a los que el lavado de cerebro les impide saber leer con normalidad los discursos de los primeros, o sea aquéllos que miran hacia el dedo que señala y no ven a qué luna está apuntando.¿Demasiado complicado? No crean que tanto.

¡Qué pena no poder hacer cosas tan inúltimente útiles como hacen los poetas con las palabras:

“Y pude seguir a un ángel
escondido en la flor de una palabra.”

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