Limpiabotas

Image hosting by PhotobucketComo verán los que de vez en cuando se pasan por esta isla de náufrago, este rincón más que rincón parece un desván de mil enseres asaz desordenados, como todo desván que se precie. Hoy alguien me habló de un limpiabotas y en mi segunda neurona, porque la otra la tengo ocupada, se me encendió la luz de vagos recuerdos y de nuevo me entró algo parecido a eso de la nostalgia.

Por estas tierras donde vivo ahora, hace tiempo que no veo a ninguno de estos, para mí, entrañables personajes. Sí, ya sé que habrá algunos que pongan el grito progre en el cielo y me digan si siento algún placer de dominio viendo un hombre a mis pies. Me da lo mismo, cada cual se puede fabricar las "ideas" que quiera, aunque luego no le importe encargar a su compañera, mujer o acompañante :"límpiame los zapatos", o aunque no se lo diga, que yo en esos asuntos no meto ni inmiscuyo.

No me gusta que en casa nadie me limpie los zapatos, es algo que hago yo solito, de pascuas a ramos, o séase de vez en cuando, cuando veo que los zapatos me piden a gritos: "pásame un poquito esa esponjita que tienes, chato".

Lo que la palabra "limpiabotas" evoca en mí, no es el símbolo de ningún servilismo arrodillado a los pies de un tío petulante y engominado. Mi "limpia" me recuerda más bien un hombre moreno, enjuto, parlanchín que hablaba con mi padre de lo divino y sobre todo de lo humano, y al final de la charla oía:
- "Julián , límpiale los zapatos al chaval, si es que esos zapatos se dejan"

Lo veo sentado en su taburete, enfrente, su cajón de limpiabotas con dos aberturas laterales donde guardaba sus cajas de betún , sus cremas , sus cepillos y sus bayetas. Para mí es el "limpia" que levantaba sus ojos y me miraba entre pícaro y cómplice, mientras me ponía unas naipes entre los zapatos para no marcharme los calcetines. Me hacían un poco de cosquillas aquellas cartas de Heracilo Fournier cuando me las colocaba entre calcetines y zapatos. Luego seguía con atención todos sus movimientos de cepillo que manejaba con especial destreza. Para ver lo bien que lo hacía daba unos golpes en el cepillo cada vez que lo cambiaba de posición o de mano. Me gustaba sentir esa presión del cepillo encima del empeine, o los redondeles que hacía para estirar el betún en cajas redondas que tenían una especie de manecilla para separar la tapa del resto de la caja y ese frotar intenso de la balleta para sacar brillo a aquellos embarrados zapatos.

- "¿Qué tal chaval? Te van a quedar como nuevos. Para que luego te pongas a dar patadas al balón"

Esa es la imagen del limpiabotas que yo añoro, la de un hombre que era capaz de sacar una familia de cinco hijos adelante, que siempre parecía de buen humor en su trabajo, que se sentía orgulloso de ser el más "brillante" de los colegas que iban de cafetería en cafetería, o que esperaban bajo los arcos de la Plaza Mayor a los clientes fijos con quien compartían cigarrillos y hasta puros mientras charlaban. No es la posición la que determina la grandeza o el servilismo de un hombre, sino la actitud interior que sienta dentro.

El que en el fondo es servil, siente al arrodillado ante él como a un siervo, el que es señor de sí mismo tiene otro señor a sus pies pero a su misma altura. Cada día quedan menos limpiabotas, un oficio tan digno como el de peluquero, camarero ,empleado de gasolinera o barrendero. Ningún trabajo es innoble si con nuestra actitud nosotros no lo menospreciamos. Pero en realidad no rebajamos al trabajo es nuestra mente la que está rebajada.

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