¿El otoño deprime?

No sé si es moderno, o es una realidad, eso que algunos llaman ‘depresión postvacacional’, o si es debido al cambio estacional el que número de depresiones aumenten por ahora. Si tienen la curiosidad en que modo el trauma postvacacional puede afectarles, en ‘La Rueca’, la bitácora de un amigo que figura en la columna de la izquierda, pueden ver una fórmula matemática para obtener algunos datos relacionados con el tema.

Que esa realidad debe existir me lo ha confirmado mi amigo el ‘Problemas’ al que hace meses que no veía. Me lo encontré en pleno paseo marítimo repasando sus últimas experiencias. Al observarle no le noté demasiado abatido, sino más bien con una cierta euforia. Le pregunté por su vida, puesto que hacía tiempo que no nos veíamos y me contó que venía de su Psyco, como el cariñosamente le llama, aunque al parecer tiene algún problemilla con él, que está en trámite de resolverse amigablemente. Sobre ese asunto me dijo que por ahora no quería avanzarme nada.

Sin embargo me contó lo que había observado en los tres cuartos de hora de espera que había tenido que aguantar. La plaza – bueno, la sala – estaba llena hasta los balconcillos, ¡abararotáaa! Fue él quien me confirmó con datos que ese síndrome de la vuelta a la rutina existe. Los doces sillones de la sala de espera estaban al completo y hasta había gente que iba sumándose al espectáculo que debía quedarse de pie hasta que se producía una ‘sede’ vacante. Es cierto que a esta clase de espectáculos la gente suele ir acompañada, según me dijo. La mamá con su hija adolescente, varias parejas en la mitad de su recorrido, aunque luego según iban apareciendo psicólogas (psicólogo ninguno. Raro, ¿no?) e iban recogiendo a sus clientes uno a uno, o uno a una, sólo entraba el uno a la una. La nueva gente que entraba iba ocupando las plazas libres. Se ve que la ‘Empresa’, como la llama el jefe de este tinglao psicoterapéutico, al parecer, funciona a pleno gas.

Mi amigo el “Problemas” que últimamente toma nota de todo, me puso al corriente de cómo es por dentro este mundo de los que parecen estar “Esperando a Godot”. Echó una mirada discreta a su alrededor, porque según él, este tipo de personas puede pensar que en la cara se les está viendo el ‘problema’, pero no observó nada raro. En primer lugar, contra cualquier prejuicio, el número de hombres y mujeres era prácticamente mitad y mitad. Nadie parecía tener una cara de especial preocupación, aire ausente o apesadumbrado y por supuesto ningún ‘tic’ de esos como de espantar moscas inexistentes. Por su atuendo, todos parecían pertenecer a una clase media alta, quizá esta selección ya la hace previamente la Empresa que señala sus honorarios, no aptos para obreros, parados, interinas, ni tampoco profesores, si no se las agencia por ahí con alguna Aseguradora que no le asegure del todo el tratamiento.

Todo esto me contó entre divertido y preocupado, lamentando que también las personas y sus males sean tratados como ‘productos de consumo’, a tanto la hora. Mirar el reloj y decir “nuestro tiempo se ha acabado, que pase el siguiente”. Estas cosas, en esta sociedad de prisas, rentabilidades, y producto interior en bruto, las personas no son lo más importante, para eso están el Prozac, el Trankimazin, Seroxat y demás benzodiazepinas , o como coño se llamen, me dijo mi experto, el “Problemas”. Todos estos medicamentos y más que van saliendo, añadió, es la manera que tienen estos señores de que quepan más clientes en cada tiempo de consulta y además así tienen una clientela fiel atada a sus salvavidas.

Total que el relato de mi amigo , al que yo veía satisfecho, sin que me explicara el porqué, me puso a mí un poco triste , mientras él se marchaba, crecido, a enfrentarse a su trabajo. Paradojas de la vida. “El regador regado”.

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