El burro que no quería ser segundo

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En un rincón del parque que servía de marco al festival medieval, se encontaba un señor de barba blanca ,sombrero de cuero, túnica azul que le llegaba hasta los pies que calzaban unas artesanas zapatillas de cuero.Su misión en esta feria era la de pasear pacientemente su recua de burros, cuidadosamente aparejados con mantas de colores o ajedrezadas.

Los animales ponían esa nota pintoresca y campesina que evoca el olor de otros tiempos, antes de que las máquinas hubieran hurtado al paisaje rural su peculiar silueta, junto a su fidelidad, su personal tozudez y su paciente entrega.

El 'arriero' trataba de preparar la singular procesión asnal, pero el segundo de la reata se negaba a no encabezar el desfile y fijaba sus dos patas en el suelo como demostración firme de no querer ser segundo, sino primero.Tal vez se creía más apuesto, o simplemente no quería seguir a nadie, o era señal de que simplemente le asistía ese derecho. El señor de la túnica y el sombrero, que debió comprender las asnales razones cogió su ronzal , le acarició la cara y le colocó a la cabeza del hatajo. También en este aspecto la cultura ha llegado a algunas personas cercanas a este mundo de los animales, para no solucionar estos conflictos 'burroemocionales' a fuerza de palos y de insultos, sino por la vía del pacto y el consenso.

El señor del sombrero no usaba palo ni vara para arrear a su recua, le bastaba su cencerro y su sentido común para tener paciencia y marcar el paso.

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