"Love Lab" , el laboratorio del amor

Image hosting by PhotobucketEstos días me ha dado por releer un libro de David Servan-Schreiber. Como ven, con un apellido así - según cálculos, sólo hay 14 “Servan-Screiber" en toda Francia, ocupando el puesto 208 561 de los nombres más usados en ese país – uno no escribe un libro cualquiera. El tal David, médico neurobiólogo y estudioso del “cerebro emocional”, es hijo de otro Servan-Scheriber , ingeniero, periodista , editor del “Express”, político y hombre muy influyente en la política francesa. Lo que quiere decir que el nene parece haber nacido listo, de los listos de toda la vida.

Bromas genealógicas aparte David S.S, estudioso del cerebro emocional, un pequeño y primitivo “cerebro en el cerebro” que tiene una estructura celular y una arquitectura distinta del ‘neocórtex’ , la parte más evolucionada donde residen el lenguaje y la cognición. Es decir que en ese ‘cerebrín’ residen nuestras emociones y va a su bola de modo que el cerebro razonador o ‘razonable’, tiene muy poco poder de influencia sobre él.

A partir de estos presupuestos, un espabilado profesor de la Universidad de Seattle, ha creado un rinconcito en su Facultad al que ha dado el nombre de “Love Lab”. A qué suena bien y muy americano esto del “laboratorio del amor’. O sea que el amor es observable. Se instalan unas cámaras de vídeo , se pide a unas parejas que se sometan al microscopio emocional que irá captando sus rictus , sus muecas, aunque apenas duren décimas de segundos y unos sensores captarán las variaciones de su ritmo cardíaco y de su tensión arterial.

El primer gran hallazgo que el inteligente profesor Gottman ha detectado con sus artilugios,¡ pásmense!, es que “la pareja feliz no existe”. Y de ahí ha deducido algunas cosas sensatas, hay que decirlo, que sin un conflicto o replanteamiento crónico de la relación la distancia emocional se acrecienta. La ausencia de conflicto no significa precisamente comunicación emocional , sino distancia. Pero con sus aparatos ha sido aún más osado, el buen Gottman. Afirma que le basta analizar durante 5 minutos una discusión de pareja, para poder predecir con una precisión de más el 90% si durará el matrimonio o tienen un divorcio a la vuelta de la esquina. Que ya es afinar.

Parece ser que este laboratorio tan elaborado, es capaz de percibir una palabra de más, un gesto, un rictus que provocan una aceleración del ritmo cardíaco a quien va dirigido. Una indirecta bien dirigida , con su dosis adecuada de menosprecio puede elevar el ritmo cardíaco a 110 latidos por minuto. Cosa de la que, sin esa precisión, también nosotros podemos darnos cuenta. El quid de la cuestión es que una vez que el cerebro emocional se pone en marcha cortocircuita la conexión con el córtex anterior y empieza a hacer de las suyas. El profe de Seattle llama a eso ‘inundación afectiva’ que traducido al castellano vulgar puede recibir distintas traducciones desde ‘estar hasta el moño’ o estar hasta otros sitios. Y parece ser que ha descubierto que llegados a este punto los hombres somos más ‘modorros’, más cerrados, y no pensamos más que en la defensa y el ataque, mientras que las mujeres se muestran más flexibles, aunque hay muchas que también se ponen tercas y no razonan como sería aconsejable.

Cuando las cosas se desatan, los 4 caballos apocalípticos se desbocan: la crítica, el menosprecio, el contraataque y la retirada total . No digan que no están avisados.

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