Mañana es día de clase

Ya sé que a los profesores se nos envidia, sobre todo, porque gozamos de más días de vacaciones que el resto de los mortales. No voy a entrar en una absurda polémica de discutir si son muchas o pocas, si tienen una causa, si son o no necesarias. Como en toda discusión de este tipo, los que están dentro lo juzgan necesario , los que lo ven desde fuera , les parece demasiado. Cuando alguien me hace esa observación, a veces, cada vez menos, suelo decirle que es una profesión libre, que cualquiera que juzgue que es un chollo, no tiene más que presentarse a eso que llaman oposiciones.

Pero no era esa cuestión la que quería abordar aquí, a estas horas de la tarde de un domingo. No sé si el que trabaja en un banco, en una tienda, en una fábrica de electrodomésticos, en un taller de reparación de coches, en una oficina o barriendo la calle, está pensando ahora en el ‘material’ que debe preparar para mañana cuando empiece su trabajo. Como profesor, yo debo a estas horas programar y preparar el trabajo o las actividades que vamos a hacer mañana. No me gusta improvisar, aunque , como ocurrió el otro día , casi nada de lo que preparé me sirvió, porque la clase discurrió por otros derroteros marcados por la relación surgida entre ambas partes: profesor y alumnos. En esos casos, lo mejor es olvidarse del guión y seguir el hilo que marcan los hechos.

Ahora, a estas horas, debo pensar en los grupos con los que me voy a encontrar mañana desde las primeras horas. Ya sé cómo es cada uno de ellos, sé de donde parten y qué tipo de actividades pueden serles útiles. Debo revisar desde casa que el tipo de ejercicios que van a hacer con los ordenadores siguen estando en la red y no han sufrido cambios imprevistos, modificar cosas que utilicé el año pasado, aprender de los errores que pude cometer entonces por ser la primera vez que utilizábamos ese método, tener preparadas las fotocopias con la letra de la canción que utilizaré con el otro grupo.

Estoy seguro que luego deberé cambiar sobre la marcha, porque surgirán circunstancias imprevistas, dudas en las que no había pensado y cuya explicación tendré que resolver sobre la marcha. Esta es la servidumbre y la ventaja de una labor que no puede ser rutinaria y que cada día, cada hora, te reserva una sorpresa. Afortunadamente. Dar clase supone estar dispuesto a vivir y a afrontar situaciones dispares. A veces, muchas, gratificantes, otras, desagradables. Quizá por eso siga gustándome esta tarea, a pesar de muchas cosas.

Comentarios

Enrique Gallud Jardiel ha dicho que…
Dicen que volvían de una boda un tamborilero y el cura que había casado. El tamborilero presumió de que le habían pagado bien y dado abundantemente de comer. Cuando el sacerdote se quejó de que a él no le habían pagando nada, el otro le dijo: «¡Ah! Aprendiera buen oficio y no le pasara eso!»
Unknown ha dicho que…
Prácticamente todo mi círculo de amistades está en el mismo sector que tú, Julio, y precisamente ése de "las oposiciones" es el mismo argumento que utilizan para callar (con gran éxito, dicho sea de paso) a las voces que se elevan envidiosas contra las vacaciones de las que disfrutáis.

Y es que todas las personas (al menos en el primer mundo, claro) tenemos en un momento dado la libertad de escoger qué hacer con nuestra vida.

Me alegro de que te siga gustando ese ingrato trabajo tuyo ;-)
Douce ha dicho que…
Pues sí, Enrique, en eso estamos. Haciendo de tamorileros¡rakapalán! ¡rakataplán! tocando la flauta y el tamboril a ver si nos siguen los ratones como a Hamelin. No tenemos la culpa de que nos guste tocar en tiempos de cólera...

Bliss, teniendo, como tenemos, opciones de escoger, ¿por qué tenemos tanta vocación de envidiosas plañideras?. Yo no envidio a la gente que se hace un chalet en la playa, se compre un Mercedes, o monta una fábrica de pipas "Facundo" y le vaya bien el negocio...Porque a mí no me gusta montar un tostadero de pipas de girasol, ni me gusta ser constructor, concejal de urbanismo, o torero para ir presumiendo de Mercedes. Con que mi coche tenga cuatro ruedas, no tenga que llevarle mucho al taller, y quepamos los que somos, me basta. Y los demás que disfruten de lo que les apetezca.

Ya lo dicen los sabios: No es más feliz el que más tiene, sino el que menos desea. Y siempre he deseado ser lo que soy, aunque me esté despidiendo del oficio.

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