Viaje: De Valéry, al Museo del Prado

"La educación profunda consiste en deshacer y rehacer la educación primera".
Paul Valéry

Ocurre a veces, que el Náufrago vive al margen de la ‘candente actualidad’. Así, cuando esta mañana todos los ‘medios’ dirigían sus cámaras y micrófonos hacia la Audiencia Nacional, él se entretenía con asuntos que le interesaban mucho más, harto ya de tanta goma dos, de tanta mochila, de tantas 'kangoos' , tanta zancadilla y tantos peritajes. Ojalá todo esta baraunta politíco-mediática se acallara por un tiempo y tratáramos de vivir la realidad que se nos presenta.

  • Los ‘Cuadernos’ de Paul Valéry

- Así pues, mientras que los que quisieran, dedicaran su tiempo a oir las ‘conclusiones’ que más les interesaban, había dos noticias que le interesaban bastante más. La primera, quizá no interese a la mayor parte de la gente. Se trata de la traducción al castellano de los ‘Cuadernos’ del poeta, filósofo, ensayista Paul Valéry a los que el autor del “Cementerio marino’ había dedicado más de 50 años de su vida. Cincuenta y un años levantándose a las cuatro de la mañana para anotar sus ideas, escribir sus impresiones, sus destellos de lucidez ,en unos “Cuadernos” convertidos en leyenda.

“A mis años (71) uno se puede preguntar: ¿Qué queda de lo que fui? ¡Cuántas cosas no encontraría! ¡cuántas cosas meherían, hasta lo insoportable y ya no sé cuáles siquiera…!” Así pensaba, mientras escribía aforismos, dibujaba, filosofaba, escribía citas eróticas camufladas… En la fuente de sus Cuadernos bebieron muchos otros después: Gide, Eliot, Borges, Octavio Paz y tantos otros. Decía un buen amigo, del que el Náufrago ya ha hablado en esta isla, algo así como “Hay personas cuya misión es acercar sus cangilones a las verdaderas fuentes del Saber, para tratar de abrevar la sed de las próximas generaciones”. La cita no era así exactamente, pero el Náufrago tendría que revisar los libros del ‘Hurón canadiense’ si quisiera encontrarla.

  • El nuevo Museo del Prado
- La otra noticia que atrajo su atención fue la inauguración del ‘nuevo’ Museo del Prado. No se trataba de valorar la arquitectura añadida al viejo Edificio Villanueva que tanta polémica ha despertado. Lo que más le llamó la atención fue la ‘foto de familia’ de reyes, príncipes, presidentes, ministros o directores del museo. El ‘fondo’ escogido, “El fusilamiento de Torrijos” (Antonio Gisbert) atraía más la atención que la de los fotografiados. En algunas de las fotos, los prisioneros que van a ser ejecutados, de pie y maniatados, miran de frente al espectador, esperando el próximo momento de la muerte, parecen querer suplantar a los fotografiados. Las miradas se siente atraídas por la figura del general liberal que coge de las manos a dos de sus compañeros mientras van siendo vendados por un fraile. Los demás desde la preocupación, la rabia, la resignación, el desafío o el desaliento hacen frente a la muerte.

Con seguridad, la foto – diferentes ‘tomas’ aparte – trata de transmitir un mensaje que va más allá de dejar constancia de los ‘inauguradores’. Las lecturas que de ella se hagan variarán según las sensibilidades. Y es que en la España de hoy, hay que hacer infinitos ‘guiños’ al pasado y cada cual leerá los que ya lleva dentro.

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