Palabras a mí mismo

Hoy no es el Náufrago el que no entiende nada. Por un día voy a dejarle descansar en paz, con isla o sin ella. Hoy me dedicaré a mi soledad más íntima, ésa que no llega a entender algunas cosas. Quedan dispensados, más bien están invitados, a saltarse esta entrada y dedicarse a tareas más provechosas. No se debe perder el tiempo leyendo o escuchando lo que una persona, que no entiende muchos enigmas, puede contarse a si mismo.

Sigo dándole vueltas a la historia del agresor del tren, lo que le puede ocurrir a su víctima, o al infortunado espectador que odiará a estas horas el haberse subido a ese tren en aquella dichosa hora, y haberse sentado en aquel maldito sitio. He sentido por él una especial atención porque me parece que es el que peor parado ha salido de este episodio.

Le oigo hablar y maldecir sus 24 años que no se atrevieron o no supieron reaccionar como lo hacen ahora los que ven esa escena a través de un vídeo. Sólo lo que aparece en una pantalla es ‘real’, lo que nos pasa cada día y no recoge una cámara ‘no existe’, es una ficción que nosotros nos creamos. Sólo lo que muestran y cuentan los medios es la vida real’.

“Tan real, se dice a sí mismo, que desde que aparecí en la pantalla, mis vecinos de Olesa no me dejan en paz, me presionan, me insultan, se han constituido en jueces y conciencia de mí mismo. Jamás me había visto tan horrible, nunca me había sentido tan monstruoso. Si no se hubiera montado todo este miserable y cínico circo, a estas alturas ya me habría olvidado de lo ocurrido. Desde entonces, me siento mirado, juzgado, desnudado. Todos me señalan con el dedo y me asaetean con sus miradas acusadoras. No sé cuánto tiempo necesitaré para recobrar una imagen aceptable de mi mismo”.

No he pedido al joven que me hablara. Ha sido él el que me ha rogado que le permitiera echar fuera lo que le abruma porque es el personaje más indefenso de este drama. Ha insistido en seguir hablando, porque lo necesita: “Ella seguirá sintiendo miedo, estará durante mucho tiempo abatida, no se atreverá a salir de casa, quizá tarde mucho tiempo en volver a coger el tren. Seguro que durante mucho, mucho tiempo, no volverá a viajar sola. Pero aparte del miedo, de la angustia, que es mucho, no sentirá algo más demoledor que el miedo, el enorme y paralizador sentimiento de la culpa que se ha instalado dentro de mí. Tampoco el Agresor va a sentirse peor que antes de haber dado esa absurda paliza. Es más, por paradójico que parezca, ha salido reforzado en su ‘autoestima’. Antes no se quería, se sentía no querido, abandonado, tratado injustamente, ahora ha hecho una ‘hazaña’ por la que cobra 1.000 euros por entrevista, y esta suma podrá multiplicarse por no se sabe cuánto en cuanto cualquier periodista ‘de investigación’ quiera exponer sus miserias a un público necesitado de esos ‘modelos’ para sentirse aliviado de su mediocridades".

También tiene la ‘apreciación’ de sus colegas que gracias a él han montado su tingladito mediático: “Tú, periodista: te cuento su vida por 50 euros” (Este precio aumentará también. La carroña vende mucho) “Oye, te ofrezco estas fotos de la fiesta, ¿Cuánto me pagas”, dice otro. Y ya se han preocupado los ‘amigos’ de tomar algunas fotos de los periodistas que ‘cubren la información’, para intimidar y sacar pasta , si es preciso. Él, el Agresor, se ve ahora mejor a sí mismo. Tiene la atención que ha venido reclamando desde que se encontró sin madre, se vio obligado a convivir con su padre alcohólico, quedó en manos de una abuela incapaz de darle una seguridad ni emocional, ni económica, ni educativa. Sólo el alcohol y las drogas le permitían escapar transitoriamente de su infierno que debía soportar a solas. Ahora es ‘alguien’. Todo el país le maldice, pero eso no le importa. Ahora es buscado, fotografiado, hablan de él, jueces, políticos, médicos, amigos. Lo ha estado buscando desde que de pequeño los psiquiatras trataran de poner algún remedio a tanto desamparo. Sólo un poco, porque estos casos no ‘interesan’ y tampoco iban a preocuparse si acudía o no, a su tratamiento terapéutico. ¡Hay tanto trabajo!¡Tantos casos como éste!

Cuando el joven dejó de comentar sus sensaciones, se sintió algo aliviado. Oí luego a la voz de la Justicia.Esa es otra. Tampoco deberían sentirse muy orgullosos de sus rebuscadas argucias legales. “No concurre lesión física objetivable”. Es cierto. El miedo, la angustia, la impotencia y sus secuelas no tienen moratones, ni sangran, ni se inflaman. ¿Cómo se ‘objetivan’ las heridas del alma? No se les ponen vendas, no se escayolan, ni siquiera hay ‘betadine’ que las desinfecte y ayude a cicatrizar. Eso sí, hay una serie de medidas que solucionarán el caso. 'El agresor sólo podrá pasearse por los bares y calles de ‘San Boi, Santa Coloma de Cervelló o la Colonia Güel donde reside’. Provisto del metro o GPS correspondiente ‘se mantendrá alejado de su víctima a más de 1.000 metros, debidamente medidos o calculados’.

No voy a decirme más cosas. No era todo lo que quería decirme, pero tampoco me quedan más ganas de escribir inútilmente.

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