Niebla

- Gud mo:nin!

- ¡Hombre, Douce! ¿Qué haces por aquí tan temprano?

- Lo mismo que tú. Yo madrugo cuando me interesa. Siempre puede caer algún paseíto.

- Ya veo, siempre tan desinteresada.

- Soy desinteresada en lo principal, e interesada en las cosas cotidianas.

- Vale, no me lo expliques. Creo que te he entendido sin necesidad de que me digas qué es lo ‘principal’ y qué es lo ‘cotidiano’.

- ¿Y tú que haces? inquiero yo a mi vez. Últimamente te veo de un madrugón que me sorprende, teniendo tiempo como tienes para seguir disfrutando de la dulce calidez de la cama.

- Poética te veo. Pues estaba escaneando una foto.

- ¿Soy indiscreta si pregunto de quién se trata?

- Yo no te llamaría ‘indiscreta’, porque no sueles meter tu trufa donde no te llaman. Simplemente eres curiosa, característica ésa muy femenina. Bueno, de algunas féminas que conozco, por lo menos.

- Insisto en mi curiosidad ¿puedo saber de quién se trata?

- Puedes. Estaba mirando una foto de alguien que quisimos en esta casa, antes de que tú aparecieras por aquí.

- ¿Ah, sí? Nunca me habías hablado de ella.

- Quizá porque nunca se ha presentado una ocasión como ésta, con tu pregunta. Pero ya que ha surgido, te diré de quién se trata.

- Te escucho.

- Se llamaba Niebla. Era una gata siamesa, que, como es costumbre de la casa, fue traída por uno de los niños. Se la había regalado un amigo.

- ¿Y también la recibiste como me recibiste a mí?

- Pues verás, no. Creo que la admití con más naturalidad. Era el primer animal que recibíamos en casa. Bueno, aparte de los más o menos racionales que vivíamos ya en ella.

- No voy a preguntarte lo de Perales : “ ¿Y cómo era ella?” ¿a qué dedicaba su tiempo libre?”

- Douce, no te pongas guasona. Ella era… pues ‘ella’. Una gata, y como tal se comportaba.

- ¿Puedes aclararme eso? Ya sabes que yo no he convivido con los gatos. No me admiten. Sólo pude relacionarme con Calcetines y nuestra relación no duró mucho por lo que ya sabes. Además sólo nos veíamos un rato, en el patio. Y tengo curiosidad de saber como se comportaba … ¿Cómo has dicho que se llamaba?

- Niebla.

- Ah, sí. Niebla. El nombre es bonito, me gusta. Podría parecer un poco triste, pero yo no lo siento así.

- Mira, te voy a mostrar la foto. A lo mejor deduces algo.

- A ver, ¡ Ah pues sí! Creo que le va el nombre con ese pelo blanquinegro. Es guapa.

- Sí Douce, era guapa. Me has preguntado cómo era. Y la verdad es que la queríamos mucho. Pero no se parecía a ti en su manera de convivir con los de la casa.

- A ver, cuenta. Eso a las féminas nos gusta. Saber cómo se portan y son queridsas otras féminas.

- Quizá esa curiosidad no sea única de las féminas...

- Yo hablo de lo que yo sé, lo que os ocurra a los hombres me interesa, pero algo menos.

- Bueno, resumiendo era una gata. Y un gato es independiente, imprevisible a veces. Cariñoso, pero a su modo. Era lista, ágil, comodona. A veces, sin saber la causa se enfadaba y no reaccionaba bien ante algunos extraños.

- Voy entendiendo. Y no sé por qué yo quería compararme. Por un momento me he sentido algo celosa. Luego he pensado en como soy y he desechado ese pensamiento. No es propio de nosotros hacer ese tipo de comparaciones. Nosotros queremos a nuestro modo y lo hacemos así, porque forma parte de nuestra manera ser. Necesitamos dar cariño a alguien. Por supuesto que queremos que se nos corresponda, pero queremos gratuitamente, no por otros intereses.

- Douce, eso ya lo sé. Por eso te he dicho que nunca he necesitado hablar contigo de ella. Sé que tú nunca me harías ese tipo de pregunta. Pero para decirte la verdad, y con eso no quiero quitar ningún mérito a Niebla, me gusta más tu manera de querer. Tú nunca te has enfadado conmigo, no me has tenido en cuenta nunca el que no te recibiera de buen grado porque sabía que los que te habían traído a casa luego no se ocuparían de los cuidados que necesitabas. Podrías haberte sentido dolida por aquella bronca que les eché el día que te trajeron a casa. Te diré, que excepto ese día que me enfadé, no contigo, sino con ellos, todos los demás desde que estás en esta casa, no has hecho más que dar satisfacciones, a mí y a los que trajeron aunque a menudo ignoren los cuidados que necesitas.

- Vamos a ver, tío, no te me empieces a poner tierno porque la cagas. Sé perfectamente lo que sientes, lo que sentiste aquel día, sé lo que represento y estoy orgullosa de ello. Me halaga que me lo digas, pero por favor, no te me pongas melodrámatico. El cariño no necesita hacer grandes apologías. ¿Vale?
Venga, sigue poniendo guapa a Niebla y la pones aquí al lado de nuestra charla. Gud mo:nin!

Comentarios

Entradas populares