El macabro vuelo de los buitres

Ya están aquí de nuevo los buitres de antaño, los buitres de siempre, dando vueltas en torno de lo que queda de los cadáveres. Para nada les interesan los muertos. Suben, bajan, dan vueltas, planean, se alejan un poco, para volver al mismo sitio en cuanto creen que pueden sacar tajada. Mañana, en vísperas de fieles difuntos: los que murieron en sus camas, en los hospitales, en una carretera, de una puñalada, los que iban en trenes de muerte y saltaron por los aires, habrá una sentencia que los buitres del ala derecha y de la izquierda ya sospechan y han empezado a preparar su penúltimo vuelo, su penúltimo graznido. Unos dirán que ellos en ningún momento los utilizaron, los otros, tratarán de que no se note demasiado la sonrisa producida por la noticia que oficialmente apoye sus ‘razones’. Para unos quedará todo 'claro', para otros no se han disipado las sombras.

Ningún recuerdo para aquellos que con el sacrificio de sus vidas facilitaron la ‘ascensión’ de los unos y el desplome inesperado de los otros. Aquellos días ni unos ni otros tuvieron tiempo de pensar en ellos, mientras policías, médicos, enfermeras, psicólogos, supervivientes, espontáneos auxiliares se ocupaban de atenderlos. Los buitres celebraban nerviosos conciliábulos en sus respectivas madrigueras. Y mientras los unos acudían a los medios de comunicación, pasaban mensajes, asaltaban sedes, salían a la calle, los otros no sabían como tapar lo que a segunda vista parecía más claro, dudaban, trataban de dar largas, de aguantar, sin salir del asombro de no saber nada sobre su ineficiencia.

Ahora vuelven a volar de nuevo. En realidad, unos y otros llevan tres años y medio sin soltar sus presas y preparándose a celebrar su particular banquete. Es un buen bocado que ofrecer, ahora que los trenes no marchan, y empiezan a aparecer extraños socavones. La consigna secreta es ‘aguantar’, coger todo el oxígeno que nos den los acontecimientos que creamos que nos son propicios. Los otros tratarán de decir: “nosotros no los hemos utilizado”. Pero la realidad es más triste que estas tristes ‘victorias’ y derrotas.

La realidad está muda, olvidada, sin poder protestar, ni siquiera poder decir: “ya que nuestra vida no nos sirvió de nada, dejad de aprovecharos de ella. Nosotros hemos perdido lo único y más precioso que teníamos, unos asesinos fanáticos – no nos importa quién fuera – nos desposeyeron de veinte, treinta, cuarenta hasta cincuenta y sesenta años que nos correspondían de vida. Las perdimos para siempre, nunca , nadie nos la devolverán y con ella el tiempo que nos quedaba por vivir. Por un momento olvidaos de vuestros sucios y carroñeros intereses y miradnos a nuestras caras muertas y , después de mirarnos, pensad si os sentís a gusto en los sillones que ocupáis o en aquellos que perdisteis. No nos utilicéis más. Aunque sabemos que seguiréis por mucho tiempo aún alimentándoos de nuestras carnes, viviendo de nuestras muertes. Podéis estar satisfechos.

Comentarios

Entradas populares