José María Cossío y el mundo taurino

Perdona, Douce, esta mañana me hubiera gustado seguir hablando contigo pero desde hace unos días me venía rondando en la cabeza una idea y, ya sabes, cuando me ocurre algo así, hasta que no la llevo a cabo, no paro. Así que en cuanto terminé de hablar contigo salí pitando para Santillana del Mar y en un soplo llegué a esa villa que nunca me canso de visitar. Aproveché para recorrer una vez más sus calles, saqué algunas fotos de casonas, portadas, balcones y ventanas y fui directo a las llamadas “Casas del Aguila y la Parra” donde se exhibe una exposición titulada “Cossío y el mundo taurino”, con motivo del treinta aniversario de la muerte del escritor, crítico literario, estudioso, erudito y apasionado aficionado al mundo de los toros.

Nada más llegar una más que amable señorita me preguntó si deseaba que me acompañara y me sirviera de guía en la visita. Se llamaba Anabella y la verdad que supo entusiasmarme y ‘vivir’ durante la media hora larga que duró el recorrido el mundo multiforme del vallisoletano-cántabro erudito. Subimos en el ascensor hasta la segunda planta donde han reproducido una parte del despacho de la casona de Tudanca en la que Cossío pasaba largas temporadas y servía de anfitrión a sus múltiples amigos de las letras, la pintura, o el mundo taurino: Unamuno, Alberti, García Lorca, toreros, pintores, ganaderos, eran recibidos en su casona con la hospitalidad y cordialidad de un viejo hidalgo.

Allí estaba su mesa escritorio del siglo XVIII, vitrinas y estanterías con los volúmenes de su ‘enciclopedia taurina ‘, conocida como el ‘Cossío’. Sobre la mesa, sus gafas, su tabaquera de puros, abanicos con motivos taurinos, aguafuertes, plumillas, carteles taurinos… Anabella, mi guía, trataba de que no viera aquellos objetos aislados, sino como formando un todo entre ellos, su propietario y parte de su vida volcada en el mundo taurino.

Bajamos por las viejas escaleras de madera de la casa de la Parra hasta la planta primera, ocupada toda ella por los grabados de Goya: “La tauramaquia”. Allí, debidamente protegidas en planchas de metraquilato estaban las 40 estampas que Goya trabajó a trazo de buril y punta seca. La verdad es que una muestra de una realidad cruda de esa lucha del hombre con el toro, el hombre, los, perros, los caballos. Por un momento pensé, admirando la fuerza del arte, en la vocación de un pueblo volcado hacia la muerte: la muerte del animal, atravesado de parte a parte con la pica, caballos descuartizados por las astas del toro, hombres hechos un pingajo volando desgarrado por los aires. Nunca había sentido con tanta fuerza la crueldad de esta lucha entre el animal y el hombre.

Pero dejemos este asunto, que queramos o no, forma parte de nuestra historia y ligado íntimamente al mundo de la pintura y la poesía. Porque la exposición no olía a muerte, sino a vida. A vida multiforme, hecha de amigos toreros, amigos pintores, amigos ganaderos, amigos poetas…Toda una letanía de nombres, de dúos, que como dice el catálogo:"El dúo que siempre es más que uno: Goya y Zuloaga, Alberti y García Lorca, Fernando Villalón y Conchita Cintrón, La Lidia y el Ruedo, Joselito y Belmonte, Ignacio Sanchez Mejías y Cayetano Ordonez "Niño de la Palma", Pepe Luis y Bienvenida, Enrique Herreros y Martfn Maqueda, Sebastián Miranda y Alipio Perez-Tabernero, Antonio Diaz Canabate e Ignacio de Cossío"

Pasear por la exposición es encontrarse con el manuscrito de Lorca dedicado a la muerte del torero escritor Sánchez Mejías “El llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, cuando" Un niño trajo la blanca sábana / a las cinco de la tarde. /Una espuerta de cal ya prevenida /a las cinco de la tarde". O el de Rafael Alberti con sus “ Las Chuflillas al Niño de la Palma”. Textos de Fernando Villalón o de la rejoneadora peruana Conchita Cintrón , de Gerardo Diego homenajeando a Pepe Luis Vázquez o a Antonio Bienvenida.

Y entre fotos, carteles taurinos, abanicos, naipes , telefonemas, cartas, cuadros, recuerdos, hasta un kilométrico de ferrocarril donde figura el nombre y la foto del escritor como si fuera uno más de la cuadrilla de José Gómez Ortega “Gallito III”, Joselito.

Y ya, para culminar la visita, en la planta baja una reproducción de la Taberna de Antonio Sánchez que regentara el torero-pintor-tabernero y que daría origen el libro del amigo y colaborador de José Mª, Antonio Díaz-Cañabate. Los toros y los cafés, los toros y las tertulias, los toros y las tabernas, mundos de una España que quizá va desapareciendo pero que está lleno de vida, de amistades, de charlas, de alegrías y fatigas.



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Esta vez no comparto "tus sentires".
Anónimo ha dicho que…
Hola Pilar,

Y celebro que disientas de mi, pero no sé a qué 'sentires' te refieres, porque respecto del mundo de los toros mis sentimientos son complejos y contradictorios.

Me crié entre toros y no deseo ningún mal a ésos como a ninguno de los animales, incluidos los racionales. Sin embargo por paradójico que parezca, sé que hay todo un mundo de arte, de poesía, de rito ante esta lucha, desigual si se quiere, esta danza macabra entre el hombre y la bestia. Comprendo que puede resultar contradictorio, pero es como lo siento

La mayoría de los grabados de la "Tauromaquia" de Goya, me revolvieron las tripas, al ver acorrolando a los toros por perros , hombres y caballos o traspasados literalmente. Quizá esas imágenes me resultaban 'nuevas' y por eso me mostraron la crueldad de la fiesta , sin embargo - no sé por qué o qué me impide - ver el sufrimiento del animal en los ruedos.

No defiendo eso que llaman nuestra fiesta, pero tampoco sé sumarme a los que montan un folclore de desfiles en contra, porque tiene mucho de folclore.

De todos modos me gusta que me digas que disientes. Sería aburridísimo si coincidiéramos en todo :-)

Bicos
Anónimo ha dicho que…
Bicos

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