De humores y talantes

Cuando al Náufrago le da por filosofar sobre los ‘eventos consuetudinarios’ que afligen o contentan a cualquier ser humano, bípedo, normalmente constituido, habitante de cualquier urbe, es para echarse a temblar. Así que prescindamos por un momento del personaje y escojamos cualquier otro al que podemos llamar, para salir del paso, Don Casual.

Bueno, ya tenemos al personaje. Ahora veamos qué puede ocurrir a Don Casual un lunes por la mañana, mediado el mes de Octubre, festividad de Santa Teresa de Jesús . - Por cierto, que no se me olvide felicitar a mi hija, que es su santo -. Supongamos que ha quedado en ir a hacerse unos análisis para ver cómo siguen sus bajos fondos. Si le seguimos, comprobaremos que, para empezar, se ha pasado de frenada y ha tenido que dar un buen rodeo para llegar al sitio adonde se dirigía. Pequeño cabreo contra sí mismo, que desaparece en cuanto llega al lugar de destino. Presenta sus papeles a una simpática enfermera que le atiende amablemente, acogida que le sirve de lenitivo para acabar con el resto del malhumor que le quedaba por su equivocación. Pasa a la sala de espera, echa una ojeada para ver la gente que hay y calcular el tiempo que le tocará esperar. Mientras, abre el periódico decidido a pasar en esa sala un buen rato hasta oír su nombre.

Desde una sala contigua van sonando nombres: Laura Pascual, José Antonio Rodríguez, Ester Redondo… La sala se va desalojando, pero nuevos pacientes sustituyen a los primeros. Observa que cuando los llamados dejan definitivamente el local, abandonan a la vez la sala sus acompañantes. Total, que ante de terminar la ojeada del periódico oye su nombre.

La misma amable señorita que le ha recibido antes monta la aguja en la jeringuilla mientras sondea con sus dedos las venas de su brazo. Un pinchazo hecho amablemente apenas sabe a pinchazo. Don Casual se distare observando la facilidad con que va rellenando cada uno de los tubos a medida que va extrayendo la sangre.. Su humor ha recuperado su estado normal. Decide entonces celebrarlo con un reparador desayuno. Le atiende un amable camarero que olvidándose de que es lunes le atiende como si fuera víspera de algún puente. Tan maravillado está de la atención con que es servido que siente ganas de reconciliarse con el género humano y hasta entonar aquello de qué hermoso es beber, qué bello es vivir. Sale de allí plenamente recuperado y bendiciendo interiormente a esas personas que nos hacen la vida más amable en la parte que les corresponde.

Llegado a casa, Don Casual se da cuenta de que tiene que actualizar la ‘PASS Visa Carrefour’ que le enviaron el otro día. Marca el número que aparece en la susodicha y oye la clásica voz de lata que le anuncia que su conversación será grabada. A continuación oye eso de “ Bienevenido a …en estos momentos todos nuestros operadores etc…” Espera. A los pocos minutos, la misma voz-loro repite otra vez el mensaje. Nueva espera y de nuevo el recadito. Don Casual empieza a perder las reservas de buen humor almacenadas. Sabe que su protesta no será grabada, pero de momento va soltando unas lindezas al silencio. Se arma de paciencia y sigue esperando a ver si puede soltar su mal humor cuando oiga una voz que diga algo así “Buenos días , le atiende fulanita, ¿en qué puedo servirle…?”, como si no hubiera pasado nada. Al final, después de haber esperado casi diez minutos, don Casual se da por vencido, se traga su mal humor y cuelga con un sentido de frustración, no sabe si por haber perdido el tiempo, si por la tomadura descarada de pelo que suponen estos ‘servicios’, o por no haber podido soltar lo que había estado madurando durante los minutos de espera.

Con el regusto todavía a cabreo Don Casual pensó para sí por qué nuestro humor o nuestros humores, pueden ser tan cambiantes y, sobre todo, que nuestro estado de ánimo esté al albur del comportamiento o el silencio de los demás. Haciendo un balance reposado concluye que cada vez te encuentras con menos gente que en servicios públicos muestren su rostro amable. Ya no es pedir una sonrisa, porque tú tampoco las vas regalando, pero al menos un gesto amable, un ‘ perdone’, un ‘qué desea’, un simple ‘buenos días’, un ‘gracias, hasta luego’.

¿También eso forma parte de la ‘educación ciudadana’? ¿O me he equivocado de piso?

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