Tanguy 2

CUANDO, POR FIN, LOS HIJOS DECIDEN EMPRENDER EL VUELO

Hago una pausa en mis 'vacaciones' otoñales y, por un momento, regreso a la isla cuya paz no he echado demasiado en falta. También los náufragos necesitan de vez en cuando navegar por otros mares. Escribo desde 'chez Tanguy', mi particular Tanguy.

Supongo que conocen la historia que cuenta el realizador Etienne Chatiliez en su película del mismo nombre. Los 'Tanguy' son esos hijos que no encuentran el momento de irse de casa porque se sienten cómodos en el nido familiar: comidos, bebidos, servidos, sin, al parecer, más preocupaciones que chupar rueda mientras los 'bahomontes' pedaleen. Es cierto que la vida no se lo pone fácil, pero la verdad es que hay momentos en que uno tiene la impresión de que se alían cómplicemente con la vida, y dan los 26, los 27... los 28 años y siguen en casa de mamá y papá.

Afortunadamente, uno de mis Tanguy ha alzado el vuelo y se ha buscado un nido bastante confortable desde el que escribo en este momento, ahora que él curra y yo descanso... casi en paz. Hasta uso su/mi ordenador, bebo de su/mi cocacola y espero que salga de su/su trabajo. Ahora soy yo el 'tanguy', que ocupo su/mi apartamento, que descansa en su sofá mientras él trabaja. Les advierto que es una sensación muy grata ésta de vivir un poco a costa de otros. Supongo que no hace falta que se la describa para que imaginen a qué sabe esto de mamar de la teta filial.

No pensaba escribir en esta bitácora hasta el regreso a mi isla, pero ya que me he encontrado el ordenador sobre su mesa, la casa en calmA y la ocasión de hacerlo, he cedido a la tentación de contar lo bien que se siente uno descansando, mientras los hijos trabajan.